Sería fantástico que se cumpliera la predicción de los tres días de oscuridad. Se desnudaría la condición humana y seríamos como realmente somos ante el miedo y la incertidumbre, probablemente con un desordenado sentido de protección, pertenencia y sobrevivencia.
Aunque no hay que esperar las sombras para aventurarse en una observación de este tipo, un ejemplo gráfico son esas acciones sociales donde debemos tomar decisiones con otros al lado, como en el tráfico. Hay pocos escenarios tan agresivos y con tanto descontrol emocional como las calles. Uno va manejando en su pista concentrado en que nadie se te meta al frente, porque es tu espacio, y viene el bus y mete la puntita, y mientras lo esquivas se mete otro auto y de pronto quedas en el medio de dos filas estancado y nadie te da paso. La ley del más sapo. Ahí sacas el dedo o invocas a la madre de todos los que te rodean. Cada cuadra es impredecible. Si se respetaran las filas y los turnos, uno no andaría con esa angustia cuidando su lugar, nos mejoraría el genio a todos. Pero no es así, somos una manada atolondrada, desordenada y principalmente individualista, hemos aprendido a vivir con otros, pero cuidando lo nuestro. Y no creo equivocarme al pensar que eso se extrapola a casi todas nuestras acciones, juzgamos a los políticos, a las instituciones y a los vecinos en función de nuestro bienestar y las posibles amenazas. No es casualidad que el Informe Anual de la Organización de Transparencia Internacional nos ubique entre los más corruptos (puesto 118 de entre 170 países), no porque este Gobierno sea peor o diferente a otros, es porque hay algunos velando por lo suyo, sin importar los medios, porque todo es temporal y circunstancial en nuestra política. Enrique Zuleta, consultor del Banco Mundial en temas de desarrollo social, plantea que la democracia está desgarrada internamente por conflictos de valores y por un cierto desánimo de la ética pública. Cambiar esto, cambiarnos, solo se puede lograr a través de la educación. Howard Gardner, educador estadounidense, propone que debemos hacer un cambio fundamental. Que el problema de la educación es que se funciona con la pregunta: ¿cómo nos está yendo en matemáticas y en ciencias?, todo lo demás es ignorado. La educación debería tratar sobre: ¿qué clase de seres humanos y qué clase de mundo estamos desarrollando? Solo los estudios que contribuyan a esto deberían ser legitimados. Para ser más específico, agrega que la escuela debería estar orientada hacia el respeto y la ética. Hacer personas más inteligentes solo para que puedan volverse más ricos no sirve. Latinoamérica sigue siendo la región con mayor brecha de ingresos. Tal vez deberíamos hacer un alto en este tráfico diario, bajarnos del auto, mirar al lado y volver a hacernos algunas preguntas. Dejar de polarizarnos y en lugar de culpables, buscar ciertos consensos. Gandhi comprendió que la gente no se iba a entender entre sí, pero que debían entonces estar en desacuerdo en una forma que no destruyera la relación entre ellos, o la posibilidad de un futuro trabajo cooperativo. Feliz Navidad, o felices tres días de oscuridad.