Con qué facilidad se ha instalado en nuestra ciudad el monumento a Ernesto Che Guevara, guerrillero muerto en su ley y que probablemente ayudó a estructurar el régimen que ha mantenido a Cuba sumida en la pobreza y atraso durante aproximadamente 50 años.
Además, esa persona no significa absolutamente nada en nuestra historia, por lo que no se justifica un monumento que lo recuerde.
Sin embargo, un grupillo de foráneos en contubernio con jueces, lograron que Guayaquil no pueda rendir un justo homenaje de agradecimiento a León Febres-Cordero Ribadeneyra, quien desde la alcaldía rescató a Guayaquil del abandono y el caos en que la tenían administraciones municipales anteriores, reorganizando administrativamente el Municipio e iniciando la magna obra de regeneración cuyo primer paso fue el malecón Simón Bolívar; regeneración que ha sido continuada en forma excelente por Jaime Nebot y que ha merecido y merece el reconocimiento nacional e internacional.
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No cabe la menor duda de que las ambiciones y el poder han causado la pérdida del buen juicio y de valores en muchas personas, de otra manera no se explican estas acciones absurdas, así como otras que vemos a diario.
Margarita Illingworth de Becerra,
ama de casa, Guayaquil