El 5 de noviembre del 2011, San José de Ancón fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación por parte del Ministerio Coordinador de Patrimonio. Este acontecimiento coincidió con la celebración de los 100 años de la perforación del primer pozo petrolero que brotó en suelo ecuatoriano. Fue un acto de estricta justicia con el excampamento minero localizado en la Península de Santa Elena, que mantuvo la economía del país durante muchos años.
Hablar de Ancón es referirse a la Patria misma porque se convirtió en el sitio donde se unieron costeños y serranos en un solo abrazo. La incipiente industria petrolera necesitó técnicos especializados y estos llegaron de todas partes del mundo: Francia, Polonia, Estados Unidos, Alemania y especialmente de Inglaterra, pues la empresa operadora era la Anglo Ecuadorian Oilfield Ltda., concesionada el 28 de noviembre de 1923 para la exploración y explotación por parte del Estado ecuatoriano. También arribaron trabajadores foráneos, particularmente de Jamaica y Trinidad y Tobago, quienes ayudaron en la labor de la construcción del tramo del ferrocarril en la ruta Guayaquil-Salinas, etcétera. Es decir, se convirtió en un crisol donde convivieron personas de razas y lenguas distintas.
Este acontecimiento cambió la vida de los anconenses, que contaban con servicios de agua potable, luz eléctrica, gas doméstico por tuberías, alcantarillado, comisariato, clubes sociales, iglesia católica, escuelas, colegios, cementerios, barrios habitacionales, etcétera, todos provistos por la multinacional Anglo. Eran tiempos de bonanza.
Santiago Rodríguez Pico, un santaelenense que vive en California desde hace varias décadas, recuerda que su abuelo y tíos paternos asistían todos los años a la fastuosa recepción que en honor a la reina Isabel de Inglaterra efectuaban el representante legal de la multinacional y su esposa en el Ancón Club. Anécdotas como estas son muchas.
La señora Jenny Estrada R., prestigiosa escritora nacional, la plasmó en su obra Ancón: 100 años de historia petrolera del Ecuador y manifiesta en la segunda edición de su libro, auspiciado por la UPSE: “En enero de 1976, la compañía inglesa cesó sus operaciones en Ecuador y sus concesiones, junto con las instalaciones de la refinería de La Libertad y del campamento minero Ancón, pasaron a posesión del Estado. Terminaba así un largo capítulo de nuestra historia petrolera. Sin embargo, quienes debieron tenerlo presente para no repetir errores que tanto perjuicio causaron al país, prefirieron ignorarlo y, cambiando de actores, la historia del petróleo ecuatoriano continuó favoreciendo intereses de otras poderosas compañías”. Y tiene toda la razón del mundo.
Cuando las infraestructuras fueron revertidas al Estado comenzó el éxodo y aislamiento para este bello paraje peninsular. El 15 de noviembre del 2002, Ancón dejó de ser un campamento minero para convertirse en la sexta parroquia rural del cantón Santa Elena. El Dr. Gustavo Noboa, mediante Decreto Ejecutivo 350, así lo determinó. Fue la culminación de extenuantes jornadas realizadas por la Junta Cívica, que desde 1976 tomó la bandera de lucha liderada por don Luis Eduardo Rosales Santos y un grupo de valientes anconenses.
Que esta nota signifique un homenaje permanente para sus hijos, esparcidos por distintas ciudades del país y del orbe. Ancón tuvo el privilegio de ver nacer a ilustres y prestigiosos científicos, académicos, deportistas, artistas, líderes sindicales, etcétera. Estaremos pendiente de su crecimiento y desarrollo. El actual gobierno la ha apoyado de cierta manera, pero falta mucho más. Insisto, es un asunto de estricta justicia.