Egberto García, el único ecuatoriano invitado al Festival de Boleros en Cuba el 12 de agosto del 2012, es quizás el único ser humano que se le puede ocurrir cantar un programa bilingüe con lo más representativo de Julio Jaramillo y sus pasillos emblemáticos, así como algo de boleros y hasta un vals, para luego soltar las amarras del swing con Frank Sinatra, Jobim y hasta José José, Gloria Estefan, esto último con la ayuda de María de Lourdes, su carismática hermanita, cantando las partes femeninas, a menudo en portugués y siempre con una seductividad convincente.
Con José Luis Pombo tocando piano y cierta irregularidad en el manejo de las pistas, el auditorio del Museo Municipal le brindó al público buena música, característica de grandes ciudades como Nueva York, en EE.UU., que ofrece teatro en el Parque Central también, sin costo alguno, en el verano.
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Las imágenes proyectadas en pantalla oscilaban entre leyendas de la música como Elvis Presley y Frank Sinatra, de actualidad política destacada como Nebot y diversos personajes de la farándula, todo confabulándose contra la seriedad y el tedio de la espera. Con su proverbial generosidad y amplitud artística, Egberto le abrió el escenario a la poesía, sin embargo, esta persona, que tuvo el privilegio de poder leer algo de su obra, se marchó cuando recién comenzaba el recital de Egberto y María de Lourdes García.
Y así, arrancando con Sombras, ese barítono que es el plato fuerte de su canto, matizado con diferentes colores, operático y a continuación muy suave que habla de la “penumbra vaga en la pequeña alcoba” dio paso a Sendas distintas, otro pasillo histórico que Egberto aprendió de la legendaria Fresia Saavedra, quien alguna vez le dio la oportunidad de trabajar como zapatero a Julio Jaramillo.
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Intercambiando con el público con mucha habilidad, Egberto cantó Nuestro juramento, ciertamente uno de los tres pasillos más completos en belleza melódica, virtuosamente acoplada fonética y poéticamente a la letra. Esta expresión desesperadamente romántica provoca siempre una fuerte reacción del público.
For once in my life brindó el sonido único de un big band y el timbre único de Egberto para luego apreciar la vocalización y por consiguiente la interpretación muy personal que no quiere imitar, sino recrear el espíritu sonoro de Sinatra. You’re so lovely tuvo exceso de volumen en el sonido, para luego corregirse y disfrutar de Fly me to the moon, la esencia del swing de Sinatra, a lo cual Egberto encontró un sinfín de variantes originales.
De regreso al pasillo, con María de Lourdes cantó El aguacate, otro pasillo paradigmático, preciosista y poético, muy bien interpretado, y luego Ódiame, con toda la carga trágica que dice, con mucha veracidad, “solo se odia lo querido”, en ese estilo admonitivo antiguo. En un popurrí de Sinatra/Antonio Carlos Jobim y una samba brasilera cantada por María de Lourdes García sobrevino un remanso de paz y estética gracias a la voz tan femenina de la hermanita de Egberto.
Al regreso de Egberto al escenario cantó un vals compuesto por Pichin Luzurraga (El conde del cerro) y lo cantó para él. Historia de un amor fue un antiguo recuerdo del Trío Los Panchos, pero Renacer, de Gloria Estefan, cantado a dúo por los dos, hermanito y hermanita, fue una harmonía espeluznantemente bella y, de largo, lo mejor del concierto.