María Belén Salinas Castro
.- Más cerca del verano por el calor característico de la ciudad porteña donde se desarrolla la historia, la película Sin Otoño, Sin Primavera abre un abanico de escenas centradas en la juventud de la clase media guayaquileña.

Una clase que no es tan definida como la alta o la baja, sino que se encuentra colgada en la ‘línea ecuatorial’ de la sociedad; marcada por el trabajo constante para un progreso económico y socialmente heterogénea por las transformaciones ideológicas y tecnológicas que han acompañado a sus integrantes.

De ese grupo surgen para el largometraje los jóvenes erráticos y desencantados de una era globalizada. Que se estrellarán contra una realidad con la que no se identifican y de la cual pretenden escapar, consciente o inconscientemente de forma heroica –o antiheroica–.

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Sus protagonistas son apasionados por la intensidad de su carácter o por ese vertiginoso ir y venir de emociones de sus vivencias que los llevará, conjuntamente, al clímax.

“Siempre fue pensada coralmente porque era un panorama (...) Uno de los retos durante el guion fue hacer de dos personajes uno para darles más fuerza o matices”, afirma Iván Mora Manzano, el director del filme. El guayaquileño, quien vive en Quito desde hace 16 años, regresó al calor de su tierra en el 2010 a recordar su adolescencia y a grabar por 36 días junto a su equipo.

Urdesa, el barrio en el que Mora creció, el callejón del edificio San Francisco 300 con el fondo del mural de Rendón Seminario y otros espacios de la Perla se lucen en esta producción que se hace llamar a sí misma una ‘balada punk’: romántica, suave, melodiosa y al mismo tiempo transgresora, sin ataduras, cruda. Pero sigue siendo una historia de amor, “no ese cursi que se vende enlatado”, según Mora. El cineasta indica que la juventud es una edad para oponerse al sistema y también para estar perdido. En Guayaquil ese conflicto es muy marcado, señala. “Es difícil ser diferente, disidente, o artista”.

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La empresa nacional La República Invisible, la colombiana Antorcha Films y Caberu Productions, de Francia, son las productoras de la cinta, ganadora en el 2007 del primer lugar en Desarrollo de Proyectos del Consejo Nacional de Cine (CNCine) y de los fondos de desarrollo, de Ibermedia.

Los recursos se ampliaron en el 2008 con el premio de producción de CNCine y luego en el 2010 con el premio de coproducción de Ibermedia.

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La película estaba a punto de materializarse, de entrar a su primavera, pero hacía falta completar el presupuesto final que rondó los $ 620.000. Fue un proceso lento.

Isabel Carrasco, productora de La República Invisible, afirma que se pudo lograr la meta con el capital de auspiciantes, inversionistas y productores asociados. Fueron 11 meses de edición. Hoy, Mora tenía previsto volver de Bogotá donde supervisó el inflado a 35 mm de la película (formato cine), en los laboratorios de Cine Color. El producto final se verá en una premiere en Guayaquil, luego en Quito. Será en octubre, pero aún las fechas exactas no están confirmadas.

El director no cree en la cultura del éxito o de juzgar la calidad por el rating. Cuando su trabajo se proyecte quiere provocar cuestionamientos desde lo emocional. “Puedes tener mucho público y poco impacto cultural y viceversa. Yo tengo ganas de que le llegue profundo a quien lo vea”.

Para su cometido puso en la percha a atractivos personajes que tienen su propio estilo y que tratan de vivir según su ley. Creó una historia verosímil, pero lúdica, filtró un poco “la vida por un embudo estético”. Hay un anarquista de la imaginación que estudia leyes, una vendedora de pastillas, un triángulo amoroso que tiene como su principal vértice a una mujer con poco tiempo de vida, un hombre harto de su trabajo y otros cuantos caminantes de las calles porteñas.

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Enzo Macchiavello Bruno es el anarquista, el que quiere destruir el sistema, desde adentro. Cuando supo que encarnaría a Lucas se convirtió en un ser inerte-viviente, “era un cajón de sensaciones”, asegura. “Había actuado en el colegio y mentido toda mi infancia creando situaciones dentro de mí para hacerme creer que era algo especial”. Inspirado en una biografía del actor Daniel Day-Lewis, Macchiavello optó para la cinta por la técnica del metodismo, que consiste en acoplarse profundamente con la realidad del personaje fuera o dentro de escena. “A veces sí llegó a afectar mi vida personal”, reconoce.

Los personajes de la película se parecen en espíritu, dice Mora, pero toman diferentes decisiones. Todos ellos son ecuatorianos, menos Paola Baldión, la colombiana que encarna a Gloria. Ella es la extranjera ya prevista desde el guion y que integró el elenco por recomendación del cineasta quiteño Sebastián Cordero, quien la había conocido en el Festival de Cine de Guadalajara en el que ella ganó como Mejor Actriz por su papel en Retratos en un mar de mentiras. “Iván fue a Bogotá para hacerle un casting y apenas la vimos supimos que ella era perfecta para el papel de Gloria”, afirma Carrasco.

El filme
Iván Mora: Guayaquileño, de 35 años. Tiene pendiente los cortometrajes Ana y el río y La penúltima tentación de Jesús Tenorio.

Censura: No está definida.

Equipo de producción: Alrededor de 25 personas.

Web: larepublicainvisible.org. En Facebook, Sin Otoño, Sin Primavera. En Twitter, @SOSPpelicula.

Reconocimiento: La película obtuvo una mención en The Global Film Initiative, un programa internacional de subvenciones para cine.