En esta semana el orbe se ha conmocionado por el hallazgo de lo que profanamente se ha llamado “la partícula de Dios”, el bosón de Higgs, que, en la física cuántica –de lo supremamente diminuto–, explicaría la materia y lo que sucedió tan solo un segundo después de que el Big Bang originara el universo, en uno de cuyos pequeñísimos rincones la Tierra persiste en su movimiento orbital con los humanos incluidos en la travesía. No es fácil discernir lo ocurrido en el acelerador de partículas instalado subterráneamente en la frontera franco-suiza, ya que se requiere de unos conceptos y un vocabulario que no todos dominamos.
Hace dos meses el sacerdote católico y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal (nacido en 1925) obtuvo el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, un prestigioso galardón que actualizará la lectura de la obra de este autor fundamental de la lengua española. Como teólogo, con una postura que concilia el sinsentido poético con la lógica científica, Cardenal también ha estado a la caza de la partícula de Dios. En su libro Este mundo y otro (Madrid, Trotta, 2011), declara que, a pesar de la vasta información que hemos acumulado acerca del funcionamiento cósmico, aún persiste en nosotros la imposibilidad de apreciar las cosas como verdaderamente son.
Por eso, apoyado en teorías astronómicas y en experiencias poéticas, nos llama a sentir la grandiosidad de la vida: “Debemos tener conciencia de que somos la energía del Sol”. Destaca la necesidad de interpretar este acontecimiento como “una maravillosa generosidad estelar que continuamente está produciendo esa energía gratis que baña nuestro planeta. Esa es la manera de ser del universo y de la vida”. Esta noción, que proviene de la física, adquiere una tonalidad especial cuando un sacerdote poeta la certifica a partir de otras vivencias: “nuestra vitalidad es el desarrollo natural de la vitalidad de una estrella”.
Apoyándose en reflexiones teológicas como las de Teilhard de Chardin y Leonardo Boff, Cardenal subraya la dimensión espiritual que no puede ser desligada de la existencia material: “Jesús, como nosotros, está hecho de elementos que provienen de las estrellas. Como nosotros es producto de todo el proceso que empezó en el Big Bang. En él como en nosotros el universo se hizo consciente de sí mismo”. Pero Cardenal habita en un lugar histórico determinado que lo autoriza para referirse a lo mundano. En la entrevista que publicó el 1 de julio el diario madrileño El País se muestra implicado y afligido por la política de su país.
En ese diálogo equipara el anuncio del Evangelio –de crear una nueva sociedad– con el marxismo. Incluso plantea “otro Dios” que no sea uno, unívoco, cerrado e indiscutible. Según él, su paso por el gobierno sandinista le causó mucho sufrimiento porque fue una revolución perdida: “Lo que hay ahora en Nicaragua no es revolución, ni es de izquierdas ni es sandinismo. Es una dictadura personal de Daniel Ortega, su mujer y sus hijos”. Si escuchamos con atención al Cardenal de ayer y al de hoy, al poeta y al teólogo, percibiremos que, a su modo, nos ofrece contextos para dilucidar por otras vías la aparición del famoso bosón de Higgs.