La ciencia enseña que la Tierra es uno de los planetas del Sol; que millones de soles forman una galaxia, que hay millones de galaxias. El planeta Tierra es apenas uno de los granos de arena de todas las playas juntas. Esta realidad es tan grande que no cabe en el disco duro de nuestro entendimiento.

Los científicos no pueden determinar el proceso y menos el tiempo de su formación. ¿No había aún el tiempo? Huelga anotar que el Génesis, primer libro de la Biblia, antes de que haya días, habla de 7 días, no para afirmar algo científico, sino para presentar al mismo Yahveh, que dedica un día al descanso y reflexión. “Y vio Yahveh que era bueno” (Génesis 1,30). En el campo científico una pregunta es posible: ¿Hay habitantes similares a nosotros los humanos en alguno, o en algunos de los planetas similares a la Tierra? Los científicos afirman la posibilidad.

La fe cristiana nos dice:

1º que Yahveh creó a la persona humana a su imagen y semejanza –en un tiempo indeterminado de evolución– insuflándole finalmente su Espíritu de vida (Génesis 2,7); y la colocó como corona de su obra.

2º Dios es espíritu; su vida es pensar y amar. Yahveh, en un esfuerzo para hacerse conocer, compara al hijo con el pensamiento y con su palabra que procede de Él. Yahveh, después de prepararnos con palabras dichas por medio de sus profetas, nos dijo: “En la plenitud de los tiempos” en su hijo todo lo que tenía y tiene que decirnos. “Inspirándose en su hijo, Yahveh creó todo lo que existe “(Colosenses 1,16). La novedad que queda es la que vamos descubriendo en su palabra, personificada en su hijo. Ninguna “revelación” puede añadir algo a lo que Yahveh nos reveló y nos dijo en su Hijo, hecho hombre en el seno de María.

3º Surge una nueva pregunta: de acuerdo con la revelación, ¿pudo el hijo de Dios en otro planeta “hacerse hombre”, o sea, tomar en su persona la realidad de una creatura semejante a nosotros? Encontramos una posible respuesta en carta de Pablo a los colosenses: “En Cristo Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la Tierra”.

Todo lo que Dios tiene que decirnos está en su hijo. Dios hablando en su hijo a la humanidad, corona de la creación, habla a toda la creación.

Nuestro planeta Tierra, este grano de arena es la capital del universo. La humanidad tiene el señorío de la creación. Ya sabemos que, según Yahveh, reinar es servir. La humanidad honra a Dios sirviendo a su creación.

Desde esta perspectiva es más comprensible la insistencia de la enseñanza cristiana en la dignidad de la persona humana, que se concretiza en su libertad responsable y creadora, en su derecho y deber de cultivar solidariamente la verdad, la justicia y los otros valores, sin los cuales la persona humana es reducida a una cosa más, sin un principio y sin un destino en el universo.