Pedro Artieda trabaja como minero en yacimiento nuevo: tiene mucha materia prima. Y está tranquilo, justamente, porque apuntó a laborar en una cantera inagotable: los hechos de crónica roja. Su último libro, Lo oculto de la noche, es una manera de transformar a los hechos reales en entretenidos y, a veces, tenebrosos cuentos de intriga y miedo. Y transmitir lo que sucede en los recovecos y hasta en los sitios aniñados de las grandes ciudades le ha permitido a Artieda despertar el interés de los lectores jóvenes, más bien, adolescentes, ávidos de continuar leyendo algo parecido a los casos curiosos que escuchaban contar a sus abuelas, mientras les distraían a sus nietos para que no extrañaran a sus padres.
Para Artieda, su trabajo no es precisamente crónica de medianoche, aunque se parece. Pero admite que sus publicaciones entrarían en la línea de la denominada literatura negra, aunque precisa que lo suyo parte de hechos verdaderos, de leyendas urbanas que se registran, especialmente, en las grandes ciudades donde las increíbles historias de secuestros, asesinatos, descuartizados, robos, asaltos, accidentes de tránsito, violaciones, suicidios son parte de los hechos de la cotidianidad. El propio escritor Pedro Artieda fue protagonista de una historia de asalto con escopolamina del que salió bien librado. Y claro, ese hecho le quedó como anécdota para ser contada durante sus tertulias con sus lectores.
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¿Son libros de literatura negra lo que quieren sus lectores?
Precisamente, por estos días, tengo que asistir a varios conversatorios en colegios. Este libro se ha vendido mucho en esos planteles. Este tipo de literatura gusta mucho a los jóvenes, a los adolescentes, aunque es literatura para todo público. Gusta mucho por esa onda de misterio, de suspenso. Ese es el tema de la literatura negra que ahora va por la onda policial y que pega mucho.
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¿A usted le gusta escribir literatura negra?
Me gusta, a pesar de que no he pensado encasillarme en determinado género. Sin embargo, me he dado cuenta de que los libros que yo he escrito, finalmente, están más ligados a la literatura negra que a otro tipo.
¿También es un buen lector de literatura negra?
No. No es mi género favorito. Podría parecer paradójico, pero prefiero el drama, las historias urbanas, pero no exactamente lo policial.
De sus obras ¿qué es lo que más les ha gustado a los lectores?
Esos finales abiertos que quedan después de cada leyenda. Cada historia tiene un carácter aleccionador; un como que esto te puede pasar a ti. No es que las historias se acaban, pues queda abierto el camino para que a otra persona le suceda lo mismo. Por ejemplo, hace unos años murió en Quito un apasionado de la música metalera por una sobredosis de escopolamina que le pusieron para asaltarlo. La escopolamina le puso una mujer, a través de las uñas. Algo similar a lo que me pasó a mí, pero con mucha suerte yo estoy vivo.
Asocié los dos hechos, aunque no es la misma mujer la que nos puso la escopolamina a los dos. La mujer llamaba la atención de sus víctimas preguntando la hora.
Y al final de la leyenda, digo: ¿disculpe, tiene la hora? Y el lector puede interpretar como que él sería la próxima víctima.
¿Y son los temas de crónica roja lo que usted busca para sus leyendas?
No precisamente, pero en crónica policial hay temas increíbles: una enfermera muerta que siempre ha aparecido en los hospitales militares; la boca del lobo, un sitio donde murió una chica atragantada con un pedazo de carne; la mujer que clava sus uñas con escopolamina en las panzas de sus víctimas; un cura ambicioso y perverso que tiene su fábrica de hostias que están envenenadas, entre otras.
¿Hay suficiente materia prima para literatura negra?
Hay mucha, pero es que también hay muchos lectores para este tipo de literatura. Y este libro está basado en hechos reales, en crónicas periodísticas, en una muerte, en un asalto, en la escopolamina. Son hechos que suceden especialmente en las grandes ciudades. La ciudad es el gran escenario donde todo es posible, donde todo sucede. Más allá de la situación socioeconómica del país, la ciudad es como el lugar de concentración de todas las perversiones, de todos los desajustes de la personalidad de los seres humanos; es más fácil que un asesino ande suelto en una ciudad grande por los parques, los centros comerciales que por un pueblo donde puede ser más fácilmente reconocido.
¿Son únicamente las grandes ciudades las que están llenas de historias increíbles?
Las grandes ciudades dan materia prima para la literatura negra. La gran ciudad es para mí el escenario ideal para inspirarte en literatura negra, pero hay que estar observando, viendo más allá de lo que se ve cotidianamente. En los pueblos también hay historias, muy buenas historias, pero no tanto como en las urbes consideradas desarrolladas.
El autor
Pedro Artieda ha trabajado como periodista y relacionista público y tiene estudios en Psicología Clínica. Es autor de dos novelas: Nadie lo sabe con certeza y La última pared roja. Con el ensayo La homosexualidad masculina en la narrativa ecuatoriana ganó el premio Manuela Sáenz del Municipio de Quito.