MADRID.- El escritor Mario Vargas Llosa no cree \"que nadie haya trazado un fresco tan completo, animado y lúcido sobre todas las vanguardias artísticas del siglo XX\" como lo ha conseguido Carlos Granés, bogotano de 36 años, en su último libro: El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales (Taurus). La carta de presentación que de esta obra hace el Nobel de Literatura no admite discusión. El texto se adjudicó el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco.El acta del jurado destaca la relevancia de la tesis que deja caer en sus páginas: \"mientras las grandes revoluciones políticas del siglo XX fracasaron, la revolución cultural que las acompañó durante buena parte del trayecto y que, aparentemente, debía cumplir un papel secundario o de legitimación simbólica, triunfó\". De ese recuento narrativo de los episodios que ha vivido el arte moderno desde el futurismo hasta la postmodernidad habla Granés en esta entrevista con EL UNIVERSO.¿Cuál es el origen de este ensayo? Me interesaba entender el impulso revolucionario. De tanto leer a Mario Vargas Llosa estaba fascinado con los personajes rebeldes, aquellos que intentan transgredir la realidad. Quería entender qué condicionamientos sociales y rasgos de personalidad estaban de por medio. Esto es posible analizarlo desde la política, la religión o el arte. Por mi trayectoria lo más lógico era empezar por este último aspecto.¿Y en esa búsqueda qué encontró? Empecé por el futurismo en Italia que fue el primer movimiento vanguardista que buscaba crear un hombre nuevo, pero me llevé una gran sorpresa al analizar el dadaísmo. Comprobé que la actitud de sus espectáculos: irónica, infantil, sarcástica, llena de irreverencia, caos, azar y sinsentido no era una anécdota derrotada por el peso de la historia que se mantuvo solo hasta principios del siglo XX, sino que había sobrevivido. Deseché la pregunta del impulso revolucionario y me propuse ver qué pasó con la influencia del dadaísmo.¿Eso quiere decir que el dadaísmo pervive hasta nuestros días? Los elementos que hoy, por ejemplo, garantizan el éxito de un programa en la televisión son la irreverencia, el sarcasmo, la rebeldía, la desacralización y la vida privada. Todo esto viene de los primeros desplantes dadaístas.¿Por qué tituló el libro El puño invisible? Las ideas vanguardistas en las sociedades occidentales de Europa y EE.UU. habían tenido un impacto contundente, pero lento y sutil, hasta parecía invisible. Jugué con un golpe potente que ha transformado a la sociedad sin darnos casi cuenta. La historia de las vanguardias artísticas llega hasta la II Guerra Mundial. Busqué las chispas que quedaron vivas después del conflicto y que siguieron teniendo influencia en la sociedad.¿A quiénes destacaría como principales protagonistas? Dos son fundamentales, Tristán Tzara y Marcel Duchamp. Le imprimieron dos actitudes distintas al arte contemporáneo que se reprodujeron y siguieron vivas. La del primero era molestar, escandalizar con su presencia, disparates y extravagancias al otro y generar dinámicas sociales a partir de eso. El segundo introdujo la irreverencia, la ironía, la risa, no era un provocador directo pero le ponía bigotes a la Mona Lisa. Esas dos actitudes siguen vigentes.¿Mayo del 68 supone un punto de inflexión? Ese fue el gran triunfo vanguardista que puso patas arriba a la sociedad, que cambió la mentalidad de la gente porque amplió el abanico de libertades. De ahí en adelante empezaron los experimentos vitales, la vida en comunas, la vida de los homosexuales a la luz del día, las reivindicaciones en contra de la segregación racista, el hedonismo, el consumo de droga, el derecho al placer. Todas esas actitudes que en los sesenta cobraron mucho vigor, en realidad las promovían el futurismo y dadaísmo a principios de siglo. Fueron los primeros que dijeron lo importante es la vida, mi obra de arte no va a ser un cuadro tonto, va a ser mi vida y va a estar marcada por la búsqueda del placer, de experiencias extravagantes...¿Qué elementos han pervivido en el tiempo de esta ola revolucionaria? El resultado es paradójico. El futurismo quería acabar con las academias y los museos porque eran la encarnación del pasado. El dadaísmo igual. Hoy en día, lo que son es herederos de estos vanguardistas, que hacen arte inspirado en el futurismo, dadaísmo y surrealismo pero que defienden el museo, dependen del mercado del arte y las academias. Querían acabar con el capitalismo porque era rígido, conservador, no soportaba el cambio y respondía a los paradigmas más retrógrados de la burguesía. Después del 68 se dieron cuenta de que el capitalismo comulgaba con toda la rebeldía juvenil, se sentía a las mil maravillas con el hedonismo y la búsqueda de nuevas estéticas.¿Desde su punto de vista es positivo o negativo que la transgresión e irreverencia hayan sido asimilados por la industria cultural? Lo que creo es que se han prestado al oportunismo porque hoy en día el arte contemporáneo es un objeto de lujo. Y, también, se han prestado al absurdo y al ridículo porque finalmente en un mercado tan competitivo y global, llama la atención el que hace la cosa más ridícula. Por ejemplo, el caso del costarricense Guillermo Vargas que se hizo famoso por amarrar a un perro callejero y no darle comida en una galería de arte de Nicaragua. Es un acto estúpido y tiene un efecto perverso.¿Qué cambio trajo el hecho de que Andy Warhol consiguiera que la revolución vanguardista sea una atracción masiva? Hasta el 64, la vanguardia era algo muy marginal. Warhol sacó eso de las catacumbas de la sociedad y lo llevó a los medios de comunicación. Mostró a la sociedad lo divertido que era la extravagancia, el hedonismo, ser rebelde, tener un estilo de vida revolucionario o no tener prejuicios con las drogas o la sexualidad. La sociedad le dio la razón.André Breton y John Cage (surrealistas) hablaban del arte como transformador de conciencias. ¿Eso se mantiene? No. Breton era una persona comprometida con un proyecto trascendental de transformación vital en la sociedad y por eso diseñó ejercicios para liberar la conciencia. La historia demostró que lo suyo fue una pretensión bastante ingenua hasta cierto punto y por eso el surrealismo se agotó, como proyecto vanguardista no tuvo mucho recorrido.Pero no se puede negar la influencia de la escuela de arte Black Mountain Collage en Carolina del Norte... Fue una escuela experimental en EE.UU. por donde pasó John Cage y donde dejó sembrada su influencia. Ahí se empezó a gestar un modo de vida contracultural, el estilo de la Generación Beat (grupo de autores estadounidenses de los cincuenta que rechazaban los valores americanos). Fueron los primeros jóvenes que viviendo en ese entorno paradisiaco y dedicados a la creatividad empezaron a despreciar la formalidad de la sociedad que les obligaba a trabajar y les imponía rutinas. Sintieron desafección por ese sistema e intentaron forjar un estilo de vida alternativo.Personajes como el novelista Jack Kerouac (Generación Beat) no hubieran sido lo que fueron sin esos encuentros que mantenían con delincuentes... Les mostraron una vida alternativa. En ese momento, los referentes que les quedaban eran los delincuentes, los tercermundistas... Se vincularon a estos modos de vida para intentar hallar alternativas a lo que les ofrecía la sociedad norteamericana.¿Y el hippismo? Es que es una cadena. La idea de cambiar la conciencia y el estilo de vida viene de Tzara y Breton, pero los que la llevaron a la práctica fueron los hippies y lo hicieron de la mano de los teatreros de EE.UU. En sus obras no hacían representaciones sino que mostraban su estilo de vida que incluía sexo colectivo e invitaban al público a que se una a la orgía porque eso era liberador. La obra Paradise now (1968) es uno de los pilares del hippismo y enseña a una generación a emprender la revolución fumando marihuana y haciendo el amor como locos.¿Qué ha pasado con las vanguardias en este continente? Tuvieron una evolución cercana pero la gran diferencia es que aunque el surrealismo odiaba la novela como género porque lo consideraba aborrecible, en Latinoamérica produjo el movimiento literario más importante, el Boom.¿Atravesamos un periodo de calma cultural? Sí, porque el mercado ha absorbido la rebeldía sin ningún problema. Todas las manifestaciones que esperan ser contundentes o agresivas no hacen ni cosquillas.Usted habla de los 'indignados' de España como un movimiento paradójico, ¿por qué? Me llamó la atención que aunque su referente inmediato es el movimiento de Mayo del 68, reivindican lo contrario a lo que fue un grito libertario en contra de una sociedad excesivamente segura; odiaban el estado burocrático, la idea de tener pensiones, la presencia constante del Estado, querían una vida apasionada y llena de riesgos y aventuras existenciales. Los indignados del 15M quieren un trabajo asegurado, poder tener una familia e hijos, comprarse una vivienda, que el Estado sea lo burocrático que tenga que ser pero que les dé educación, salud, subsidio de desempleo y pensiones. Es una revolución antiutópica, buscan volver al pasado. Reclaman el derecho a ser burgués.","isAccessibleForFree":true}
Carlos Granés: 'El mercado ha absorbido la rebeldía'
LIBRO. Carlos Granés, bogotano de 36 años, es autor del libro El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales, con el cual obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco.
MADRID. Carlos Granés, ganador del premio de ensayo Isabel Polanco. Foto: redaccion
Patricia Villarruel MADRID.- El escritor Mario Vargas Llosa no cree "que nadie haya trazado un fresco tan completo, animado y lúcido sobre todas las vanguardias artísticas del siglo XX" como lo ha conseguido Carlos Granés, bogotano de 36 años, en su último libro: El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales (Taurus). La carta de presentación que de esta obra hace el Nobel de Literatura no admite discusión. El texto se adjudicó el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco.