Respondiendo a la gran difusión publicitaria, el teatro principal del Centro de Arte atrajo un público numeroso y bastante maduro para observar el típico tango show que es la tarjeta de presentación cultural argentina alrededor del mundo. El espectáculo se llamó Cambalache, la historia del tango y está sólidamente conformado y liderado por Tito Ferrari, excelente pianista, compositor y sobresaliente arreglista como quedó demostrado a medida que transcurrían las dos horas de música y baile que ofrecieron con solamente un breve intermedio.
Piano, contrabajo, dos bandoneones, violín y violoncello hicieron piezas instrumentales que acompañaron, a ratos, a un barítono y una cantante que demostró ser una verdadera estrella solista. Las dos parejas de baile redondearon un elenco profesional que podría mejorar la oferta.
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Y así arrancaron haciendo uno de los íconos del tango, compuesto por el legendario Enrique Santos Discépolo, el famoso himno al cinismo, siempre tan actual, llamado Cambalache y que habla de “Todo es igual. Lo mismo un burro que un gran profesor”. El tango es siempre un comentario sobre la condición humana, a veces emocional, a veces política. A Orlando Goñi y Melancolía destacó la belleza en la colaboración del piano y el violín, mientras el baile en pareja se mantenía moderadamente escénico y sensual.
Griselda Grenci, excelente cantante comenzó a distinguirse cantando la angustia de una amante en voz dramática que prefiere y pide ser engañada, a saber la verdad. Vendrás alguna vez fue un éxito convincente y lo mejor vocalmente en el arranque. Quejas de Bandoneón resaltó una pareja de baile con mayor distinción y la coordinación de violín y bandoneón en Tanguera estuvo fenomenal.
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La nostalgia y autocompasión de La última copa cuando habla de tomarse el último “trago por ella” y que “es la última farra de mi vida” es parte del repertorio tremendista de este género musical que hoy en día resulta, a veces, algo cursi y poco creíble. Fumando espero... (al hombre que yo quiero) se enmarca en esa sensibilidad largamente trasnochada, sin embargo, el pasillo El aguacate resultó poético en arreglos geniales del maestro Ferrari insuflando de lógico orgullo al público asistente.
Luego del intermedio hicieron el bolero Historia de un amor. Mejor quedarnos con el recuerdo de Lucho Gatica, Roberto Leiva, quien había salido con otro ánimo en la segunda mitad, cantando la Ilusión del amor en Uno, provocó euforia en el público.
Fernandito, composición a su nieto, propio de Tito Ferrari, lo confirmó como un delicado compositor de gran sensibilidad lírica. Nostalgias, un tango verdaderamente grandioso que dice “angustia de sentirme abandonada / no quería rebajarme /ni pedirle ni rogarle / ni decirle que no puedo, / exhibe lo mejor en aquella ritmicidad poética incomparable del tango, y fue un éxito.
Adiós Nonino, obra maestra de Astor Piazolla, genio de la música que transformó el tango, fue realmente sublime y merecía tener una pareja haciendo ballet moderno por separado en el escenario.
El arreglo de la composición La cumparsita, turnando el emparejamiento de instrumentos con los dos bandoneones por separado fue lo mejor de la noche. Un suceso digno del Teatro Centro de Arte.