Jorge Martillo Monserrate
.- Hasta hace poco tiempo, todas las mañanas, Eliécer Cevallos salía de su casa en Durán y se trepaba en un bus rumbo a Guayaquil. Era cuando empezaba a interpretar canciones de Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, John Lennon, Bob Dylan y algunas de su propia cosecha.

Y entre canción y canción, él daba su mensaje. Al inicio, los choferes no lo aceptaban y los pasajeros miraban con cierto temor a ese tipo funambulesco que abordaba el bus con una guitarra en mano y una armónica colgada en su cuello.

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Cuando el carro empezaba a rodar, él no buscaba un asiento libre, sino que tocaba las cuerdas y cantaba: "Señores, pasajeros. / Les voy a ser sincero / Yo no tengo dinero / Voy a pasar el sombrero / Pero antes voy a decirles la verdad: / Que en esta vida no me queda otra oportunidad".

Habría que anotar que en la Edad Media, el juglar se ganaba la vida, de pueblo en pueblo, recitando versos y tocando música. Pero nuestro amigo está influenciado por dos leyendas norteamericanas: Woody Guthrie y Bob Dylan.

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Las señales de vida de Eliécer Cevallos Luna comienzan en Portoviejo, donde nació en 1960, tres años después su familia se instaló en Guayaquil. Estudió Comunicación Social, trabajó 9 años en Solca y construyó su casa en El Recreo de Durán, pero actualmente vive en el barrio Garay.

Fue en el 2003 cuando decidió cantar en buses y barriadas. "Cantar y componer es mi vocación, es un gusto cantar historias, tener una conciencia ideológica que te permite hablarle a los demás. Creo que estoy haciendo lo correcto y es lo que me gusta", dice mientras caminamos por el malecón del Salado.

Él sin soltar su guitarra, y a ratos, cantando 'Sobre el boulevard', uno de sus temas más líricos: "Sobre el boulevard / bajo el cerro que se incendia de colores / por los guerreros que han desangrado en su caudal / el nombre de su ciudad. / Sobre el boulevard yo quisiera regresar / a octubre una vez más / a unirme a su ideal / y ser libre como el monumento donde viven / sus sueños y el viento que se va / arando en el mar".

El año pasado estuvo por La Concordia, Esmeraldas, donde trabajó de periodista. Pero regresó y ahora ya casi no canta en los buses. "Trabajé duro para que la gente acepte ese tipo de trabajo cultural, -comenta- que siempre había un rechazo y asombro. Eso fue una lucha, tuve que pelearme como con 80 choferes, últimamente comencé a cantar en los comedores de la Alborada, aunque, a veces, canto en los buses porque eso está en mi sangre".

Cree que su vida trashumante fue marcada por su padre, Jorge Cevallos Murillo, quien era comerciante y viajó con su familia por Colombia, Costa Rica, Venezuela, Perú, Panamá hasta que Eliécer tuvo 16 años. "Esa infancia errante marcó mi vida. Aprendí a vivir horizontes más amplios".

La música la heredó de su hermano mayor, Tito Cevallos, que tocaba guitarra, componía y cantaba con una voz armoniosa. A veces le enseñaba alguna nota o acorde. Cuando este salía, el pequeño Eliécer raptaba la guitarra y lo imitaba.

A sus 17 años frecuentaba el parque de la tercera etapa de la Alborada junto a otros fanáticos de la música y la bohemia. Ahí aprendió a tocar la armónica y la guitarra.

Comenta que últimamente ha compuesto pocas canciones. La mayoría surgieron cuando lo invitaron a cantar en misas en un par de iglesias católicas. Se considera cristiano, pero no cree que el hombre solo deba estar orando por la paz del mundo cuando la persona que está a su lado necesita comer.

Si antes no quiso grabar sus canciones por rebeldía y también porque es costoso. Ahora está grabado un demo con seis temas suyos con los de UMA -Unión de Músicos Anónimos-, quienes hasta le han abierto con su nombre una página en Facebook. Mañana cantará junto a otros artistas en una programación de artesanos en la plaza Baquerizo Moreno.

Le pregunto cómo lo apoda la gente. Piensa un instante y dice: "Ah, cuando vivía en Durán me llamaban a gritos: ¡Guitarra, Guitarra! Yo era Guitarra, qué bacán". Entonces antes que empiece a cantar uno de los temas de su disco, indago: ¿Qué o quién callará a Eliécer Cevallos? "No callaré -responde-. Callaré cuando ya no sienta, cuando ya no respire. Callaré cuando ya no me oiga a mí mismo y no vea nada".

La tarde arde sobre el asfalto. Pero el juglar se desmanda 'El blues del autobús': "Antes que sea más tarde y que todo se pierda / Quisiera mandar a muchos a la misma mierda / Hablo de los culpables de que todo esto pase / Que no quieren ni dejan que nadie aquí pueda superarse / Me dicen mis amigos que se han ido ya lejos / Que solo nos quedamos aquí los pobres pendejos / Aunque aún no todos ellos hayan partido / Qué lástima que digan que aquí todos se han corrompido".