“Para mí, la vida era mi trabajo y pensé que al casarme iba a desvincularme de lo mío”. Así pensaba hasta hace una década el pintor guayaquileño Marcos Restrepo, de 50 años, quien ahora está casado con Alexandra Crespo y tiene un hijo, Sebastián, de 5 años y medio.

Indica que inicialmente ambos querían que su primogénito fuera una niña porque “dicen que son más apegadas a los papás”. Pero, desde que nació Sebastián pasa mucho tiempo con él y en parte se debe a que su horario es más flexible que el de su esposa, quien cumple una sola jornada en oficina. Él trabaja algunas horas como profesor en el Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE) y otras, pinta en su taller.

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Expresa que Sebastián será hijo único, pues su mujer ya pasó la etapa de fecundación. Los dos comparten mucho, agrega. Van al parque, lo lleva a la escuela y a sus clases de natación. El pequeño es inquieto e hiperactivo “y será un buen estudiante”.

Añade que su hijo se parece a él en la disciplina y organización de horarios. Y señala como una ventaja sobre los padres más jóvenes “tener más experiencia de la vida y eso permite que vea cuál puede ser el camino correcto en una decisión”.

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La desventaja, precisa, es la falta de vitalidad y tener que recurrir a internet, a familiares o amigos cuando su hijo le habla de las novedades tecnológicas. “En Navidad le regalé un Nintendo Wii y tuve que aprender yo para enseñarle cómo jugarlo, ahora él ya me gana”.

Restrepo menciona que una de las diferencias entre su infancia y la de su hijo es que a él le gustaba elaborar juguetes con palos de balsa y pintarlos, “y los niños de ahora, aunque creativos, tienen muchas cosas que ya les están dadas para que puedan utilizarlas”.