Una guardería, pero de animales silvestres. Eso parece la Fundación Ecológica Rescate Jambelí, ubicada en el kilómetro 105 de la vía Guayaquil-Machala, en el cantón Naranjal, dedicada a la reproducción en cautiverio de tres especies en peligro de extinción: papagayo de Guayaquil, mono araña y cocodrilo de la Costa.
Rafaela Orrantia, directora de la organización, inició este centro de rescate y zoológico hace doce años, con la finalidad de rescatar especies nativas; sin embargo, debido a que la mayoría de especies que llegaban estaban en peligro crítico, decidieron iniciar programas de reproducción en cautiverio.
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Con las especies adultas que iban recibiendo de manos de la Unidad de Policía de Medio Ambiente (UPMA) o por entregas voluntarias de personas particulares, empezaron a formar parejas y actualmente ya cuentan con ocho estables que han tenido 17 nacimientos exitosos y se suman a un total de 48 individuos que permanecen en el centro de rescate, casi todos aislados de los visitantes del zoológico.
Cada encierro (de ocho metros de largo, tres de ancho y tres de alto) es independiente del otro, es decir, hay dos metros de distancia entre las jaulas. Julio Baquerizo, biólogo y veterinario del lugar, comenta que esto se hizo para que los papagayos machos dejaran de pelear con el “vecino” y se dedicaran a “atender a su hembrita”.
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Han tenido éxito, incluso desmitificando la hipótesis de que los papagayos de Guayaquil tienen una sola pareja en toda su vida, pues ellos han confirmado que, al menos en cautiverio, estas pueden formar lazos con más de una pareja, aunque no al mismo tiempo. “Hemos visto que forman una pareja, pero por cuestiones genéticas las crías no nacen en óptimo estado. Entonces sacamos al macho, los mantenemos aislados un tiempo y empezamos otra vez. Introducimos a otro individuo y si observamos que no hay acercamiento, la cambiamos hasta ver que forman un lazo”, explica Baquerizo.
Las islas son un tipo de “encierro” sin rejas que les permite a los monos desplazarse libremente hasta las copas de los árboles ahí plantados y juguetear en las sogas introducidas, pero el agua acumulada que rodea a este cúmulo de tierra evita que estos mamíferos se escapen de su lugar destinado.
En casi 10 años han nacido 17 individuos, de los cuales tres han sido trasladados al Parque Histórico de Guayaquil.
Baquerizo explica que la reproducción de estos primates es difícil, pues además de sus siete meses de gestación, la hembra tiene una cría cada tres o cuatro años, cuando el bebé ya ha aprendido a desplazarse ágilmente entre los árboles.
Dolores Soto, bióloga encargada del manejo de las especies, explica que todos los ejemplares adultos han llegado por incautaciones de la UPMA o entregas voluntarias de personas que habían comprado estas especies silvestres.
Lejos de los ruidos ensordecedores de los papagayos y de las acrobacias de los monos están los cocodrilos de la Costa, jugando a la “estatua” en esta guardería silvestre; inmóviles, casi sin parpadear, uno muy cerca del otro y divididos por edades.
De los 96 individuos que tiene el centro, 88 habitan divididos en seis encierros de cemento que tienen un área seca y una pequeña laguna.
Soto reconoce que estos necesitan más espacio, pero argumenta que aunque ellos estén listos y dispuestos para soltarlos en su hábitat natural (manglares de la Costa), no existe un plan nacional o una coordinación directa con el Ministerio del Ambiente para realizar estas liberaciones. Los ocho individuos que no ocupan los encierros conjuntos son los reproductores: un macho y siete hembras.
Estos gigantes de hasta cuatro metros de largo, que no reciben visitas turísticas, habitan una laguna de 2.000 metros cuadrados, donde permanecen camuflados por el verdor del agua y las ramas de diferentes especies de mangle ahí sembradas para imitar su hábitat natural.
Para los monos araña de la Costa y los papagayos de Guayaquil la liberación es una esperanza lejana. “En el caso de los monos, la población que hemos logrado reproducir aún es muy baja y en el caso de los papagayos necesitamos rastreadores satelitales, que son muy costosos, para liberar al menos a una pareja y monitorear su desenvolvimiento en estado silvestre”, explica Baquerizo.
Además, los involucrados en los proyectos de reproducción enfatizan en la falta de estudios de hábitat, indispensables para escoger los puntos de liberación, y en la falta de garantías estatales en la protección de estos espacios.
Mientras tanto, la guardería busca más bebés, evita el contacto con los seres humanos y les proporciona juegos didácticos para reforzar sus comportamientos silvestres.
Pero no solo hay padres y bebés en la hacienda Jambelí, el zoológico se conforma por adultos como un oso de anteojos, tres tortugas galápagos, tres tigrillos, 92 saínos de collar, 22 especies de aves, entre otros.
En total, 138 individuos de 33 especies nativas de aves, mamíferos y reptiles sobreviven con un presupuesto mayor a los $ 200 mil anuales, conseguido por autogestión y donaciones, casi todas internacionales. La información la proporcionó la misma institución, ya que el Ministerio del Ambiente no permitió el acceso a los planes de manejo ni reportes de inspección de este centro.