Cuando la Unidad de Policía del Medio Ambiente (UPMA) encuentra una especie silvestre fuera de su hábitat, la lleva a uno de los aproximadamente 100 centros de rescate o zoológicos del país, pero ¿se cumplen en estos centros las normas? “No por completo”, reconoce David Almeida, biólogo y técnico de la Dirección Provincial de Ambiente de Guayas, que se encarga, entre otras funciones, de la inspección de los centros de tenencia de vida silvestre de la zona.
En Guayaquil, el zoológico El Pantanal, ubicado en el kilómetro 23 de la vía a Daule, por ejemplo, es uno de los centros que más ejemplares recibe en la ciudad.
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Sin embargo, el informe de la última inspección formal que se le hizo al zoológico El Pantanal, en marzo de este año, como requisito para la renovación de la patente de funcionamiento, detalla que “El zoológico El Pantanal no presenta actas de entrega de los animales que han sido depositados en dicho centro de parte de la UPMA. Tampoco presenta actas de defunción ni de liberación” de las especies registradas, incumpliendo una de las principales obligaciones de los centros de tenencia de fauna silvestre.
Pese al incumplimiento, el Ministerio del Ambiente le renovó al zoológico El Pantanal la patente de funcionamiento anual, el 15 de abril pasado.
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¿Por qué se le renueva la patente de funcionamiento, si no cumple con los requisitos mínimos? Almeida lo justifica con otra pregunta: Si un zoológico cierra, ¿adónde irían esas especies? La ley indica que el Estado debe hacerse responsable de los animales, es decir, trasladarlos a un nuevo hogar, pero “¿adónde?”, reitera el biólogo, argumentando que la mayoría de los centros de rescate están saturados y que no cuentan con las condiciones económicas para mantener a más especies, sobre todo si estas requieren altas dosis de comida y espacio.
Tanto la UPMA como el Ministerio del Ambiente reciben llamados o denuncias de tenencia de fauna silvestre. Ambos organismos están obligados a rescatar a estos animales y buscar un espacio adecuado para ellos; sin embargo, en la mayoría de los casos, el “espacio más adecuado” es cualquier lugar donde los quieran recibir.
Uno de ellos es el zoológico El Pantanal, donde el recorrido de hora y media de duración, aproximadamente, se inicia con una jaula compartida entre 10 flamingos, 11 tortugas galápagos y un piquero patas azules.
Nelson Chiriboga, director del zoológico, dice que todos los flamingos fueron donados por “un amigo particular, quien cuando se enteró que él iba a abrir un zoológico, decidió entregárselos”; sin embargo, en los informes de actividades presentados por el mismo zoológico al Ministerio del Ambiente, en el 2005 reportaron seis y hasta la fecha solo ha registrado el nacimiento de una cría.
Mientras, las tortugas galápagos que, según Chiriboga, también provienen de donaciones particulares, no pueden ser devueltas a las islas del mismo nombre porque podrían ser portadoras de enfermedades y contaminar a las poblaciones nativas.
Hace casi nueve años, sin presentar mayores reportes sobre el origen de los cerca de 70 individuos de animales silvestres, se abrió el zoológico El Pantanal, pero en la Dirección Provincial de Ambiente de Guayas solo se encuentran los reportes anuales desde el 2005, y solo el último informe de inspección. Entre las inconsistencias halladas, El Pantanal reporta en el 2005 la tenencia de 300 pecarí de collar (una especie de cerdo silvestre), cifra que desciende a 2 en la actualidad. Las actas que informen el destino de estas especies no están adjuntas. Igual sucede con los cocodrilos, especie apetecida por el tráfico ilegal debido a su piel, pues mientras reporta el nacimiento de más de 30 ejemplares al año, apenas se informa sobre el intercambio o liberación de menos de una docena, dentro del mismo periodo. El número de individuos de cocodrilos reportados año a año no supera los 40 ejemplares.
Chiriboga argumenta que es difícil llevar un control exacto del número de ejemplares de cocodrilos de la Costa que poseen, pues al estar en una laguna alimentada por aguas del río Daule y tener conexión directa con este, los animales en edad juvenil suelen escapar.
Posibilidad que no tiene ninguna otra especie del zoológico. Leones, tigres y pumas están en jaulas techadas, dentro de espacios que ni siquiera les permiten una breve carrera, pues aproximadamente miden 20 metros cuadrados y no superan los dos metros de alto. “No se les da más espacio porque podrían tomar viada y saltar”, argumenta una de las guías.
Chiriboga asegura recibir unos setenta ejemplares al año como donación particular o provenientes de incautaciones de la Unidad de la Policía de Medio Ambiente. Dice que de estas, el 80% son liberadas, pero la mayoría dentro del mismo zoológico, es decir, se abre la jaula y se permite que salgan.
Según el técnico Almeida, esto no se considera una liberación, pues las especies siguen siendo dependientes del hombre.
Incluso el rey de la selva, que está al final del recorrido, espera dócilmente su ración de alimento, viviendo cerca de sus posibles presas, si viviera en su estado silvestre.