La muerte del oso polar más famoso del mundo, Knut, reabre el debate ético de la relación del hombre con los animales salvajes. El osezno de cuatro años de edad murió el sábado pasado, según los primeros informes del Zoológico de Berlín, a causa de un problema cerebral.
Mientras sus seguidores piden que se les informe del motivo de la súbita muerte del oso en su propia piscina, el zoológico encargó una autopsia al Instituto Leibniz de Investigación de Animales Salvajes y de Zoológicos, cuyos resultados aún se esperan.
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Sin embargo, la noticia de su prematura muerte les ha dado motivos a quienes cuestionan tanto la forma como Knut fue tratado, como el hecho mismo de que haya osos polares en los zoológicos.
Desde el comienzo, la vida de Knut levantó polémica. Poco después de su nacimiento, la prensa alemana informaba de un activista que solicitaba que se le diera muerte en vez de ser criado por seres humanos. La exhortación produjo una enorme ola de simpatía por el oso, la que se mantuvo hasta el final.
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Andrew Linzey, director del Centro de Ética para con los Animales, de Oxford, Reino Unido, opina que la vida de Knut es una tragedia.
Sin embargo, el autor del libro Por qué importa el sufrimiento de los animales, cree también que el asunto no es si el zoológico tenía razón al criar a Knut, porque una vez que nació ya tenía la obligación de cuidarlo; sin embargo, el problema fundamental es si debemos mantener animales salvajes en cautiverio, se cuestiona.
"Los zoológicos imponen vidas no naturales a la mayoría de los animales cautivos. La gente ve a un oso e inmediatamente se queda boquiabierta, cuando lo que deberían pensar es que se trata de un animal privado de su vida natural, puesto en exposición para entretenimiento y para el provecho económico", argumenta.
Al contrario, Chris Packham, presentador de programas de historia natural, cree que el papel más importante que puede jugar un zoológico es impresionar y generar conciencia en la gente, que más personas se preocupen por la especie”.