Un viaje de trabajo puede evocar todo tipo de emociones en el padre y en el hijo que se quedó, empezando con la pérdida, la culpa, la ansiedad y un sentimiento de liberación. Sin embargo, el padre que trae regalos a la casa puede suscitar problemas diferentes.

“Los niños pueden desarrollar la expectativa de que cada vez que un padre se va tienen derecho a un regalo”, dice Michelle Maidenberg, una psicóloga, directora clínica y presidenta de los consultorios Westchester Group Works en Nueva York, Estados Unidos.

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De hecho, “¿qué me trajiste?” es una pregunta que se formula en millones de hogares en los cuales los padres viajan por trabajo. Dilucidar cómo manejar la cuestión de los regalos –sí darlos, y de ser así, qué ofrecer– es complejo, dicen los expertos. Los padres ofrecen obsequios –o no– por razones que son tanto elevadas como básicas. “En ese regalo hay algo que permite que los chicos sepan que estás pensando en ellos cuando estás fuera”, dice Lindsay Mosby, una consultora en administración en Atlanta que viaja siempre.

El doctor Charles Sophy, un psiquiatra y director médico del Departamento de Servicios Infantiles y Familiares del condado de Los Ángeles, proporciona otra explicación para los regalos: Tratan a menudo de la culpa de los padres por irse.

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Nicole Rodrigues, una publicista en el área de la bahía de San Francisco, anota que decidió que necesitaba algo que ayudará a su hija a manejar las ausencias –hasta de cinco días cada mes– una vez que empezó a viajar de nuevo por trabajo cuando su pequeña tenía 4 años.

Al principio, la hija no se relacionaba con los regalos que le traía: camisetas y chucherías. Sin embargo, al final, a Rodrigues se le ocurrió la idea de los ositos de peluche con el nombre de las ciudades donde había estado. “Esto fue algo que realmente le gustó, y empezó a exhibirlos con orgullo”, cuenta. “Ahora que tiene 9 años, en lugar de molestarse porque me voy, espera el oso”.

Los regalos también pueden ayudar a crear “un buen momento de conexión emocional” que muchos padres ansían cuando regresan, anota Juliet B. Schor, una catedrática de Sociología en el Boston College y autora de Nacidos para comprar. El niño comercializado y la nueva cultura del consumidor. No obstante, a pesar de todos los beneficios, los presentes, en ocasiones, pueden alterar la dinámica entre padres e hijos.

“Si se usa un regalo para compensar algo –culpa, mal carácter–, eso cambia la dinámica del poder”, señala Ellen Galinsky, la presidenta y cofundadora del Instituto para la Familia y el Trabajo. “El hijo se coloca en el lugar del poder y, al final, ello resulta en un peor comportamiento. Lo que lleva a los ‘dames’”. Más aún, Schor dice cuando los regalos “se vuelven algo común y esperado, no funcionan tan bien en la creación de esa experiencia positiva”.

Chas Edwards, el director de ingresos y de desarrollo editorial en Pixazza, la empresa de imágenes en la web, acota que no le había traído regalos a su hija al regresar de un viaje. La razón no es ideológica. “Mentiría si dijera que fue en contra del materialismo”, comenta. “Más bien, fue porque estuve bastante ocupado, nunca tuve tiempo”. Sin embargo, asegura que sintió que eso tenía validez cuando vio a sus amigos dar presentes. “El proceso pareció una especie de trueque con sus hijos para cubrir una dificultad en la vida familiar y puede echar a perder los rituales de los regalos por las festividades o los cumpleaños, que son mucho más divertidos”.

“Siempre pensé que los regalos deberían ser algo que no se puede conseguir aquí”, dice Hyung Don Ryoo, un profesor adjunto de Biología Celular en la Universidad de Nueva York. De hecho, muchos expertos recomiendan que, si se dan, los padres deberían traer algo pequeño que se relacione con el lugar al que fueron, para darles a los hijos una idea de dónde estuvieron.

La verdad es que los viajes de trabajo pueden ser difíciles para las familias, y para los hijos en particular. Pueden temer por la seguridad del padre en lugares lejanos y desconocidos, y preocuparse, aunque solo inconscientemente, de que los puedan abandonar una vez que salgan de la casa.

“Tenemos esta idea de que deberíamos proteger a los hijos de tiempos difíciles como estos”, afirma Galinsky, del Instituto para la Familia y el Trabajo. “Pero los niños no aprenderían cómo ser adultos si no aprendieran a manejar cosas difíciles”, incluidas las ausencias temporales de los padres.