Borbón, además de ser la tierra natal del escritor ecuatoriano Guido Jalil Trejo, es el escenario donde se desarrolla la trama de su reciente obra literaria: Johansson y la historia quemada de Borbón. El autor, un ingeniero agrícola de 73 años de edad que ha hecho de Guayaquil su residencia, escribe desde hace 40 años, pero no fue hasta hace tres décadas (1981) cuando lanzó su primer título, Picrato de Butazín, un libro de relatos.
Sin embargo, su nombre se visibilizó en el campo literario después de haber ganado (en 1992) el primer premio de la II Bienal de Novela Ecuatoriana, gracias a su libro El triestino James-Joyce Francescoli. Su obra se impuso a la de autores con oficio en el campo de las letras. Jalil dialogó con este Diario para explicar algunos detalles de su reciente novela, publicada bajo el sello de Paradiso editores.
Publicidad
Al inicio de la novela Johansson y la historia quemada de Borbón, Viktor (protagonista de la trama) recibe documentos que cuentan la historia de esa población esmeraldeña. ¿Usted acudió a fuentes reales para escribir la novela o todo es ficción?
A ver, las dos cosas. Hay fuentes orales, hay documentos, y también mucha imaginación. Los documentos reposan en familias que viven al norte de Esmeraldas, no en Borbón exactamente, pero al norte de Esmeraldas.
Usted es originario de Borbón. ¿Esta novela tiene alguna relación especial con su vida?
Creo que muy poco. Nací en Borbón. Hice la primaria en Quito. Luego estudié en Daule, en un colegio agrícola, que fue mi escuela práctica de agricultura. Y después afuera. Entonces, no tengo mucha relación con Borbón.
¿Pretende rescatar algo de Borbón a través de este libro?
A estas alturas, con nueve libros escritos, yo tengo muy pocas pretensiones. Me coge fuera de base porque no tenía un propósito tan altruista como el de rescatar algo de Borbón, que me parece un lugar que está ahí, idílico. Borbón tuvo una época fulgurante, porque de ahí se exportaba balsa, caucho, oro, cascarillas, en fin, y eso llamó a la inmigración del primer mundo. En Borbón estuvieron asentados alemanes, italianos y, naturalmente, libaneses.
Publicidad
¿Su intención, a través de su narrativa, es hacer denuncias sociales?
A ver, se puede desembocar en eso, pero lo que a mí me interesa, y me parece prioritario en la vida, es el respeto a la dignidad humana. Y claro, puede que sí haga denuncias sociales.
¿Qué tan imprescindible es, en el contexto social en el que vivimos, contar y recordar historias que contengan estas temáticas?
Eso sí puede ser un propósito, aunque no sea algo que yo persiga o que me esmere en conseguir. Si resulta, pues, es algo que se da.
Desde sus inicios hasta ahora ha publicado seis novelas y varios libros de relatos. ¿Cómo considera que ha sido su desarrollo literario?
Lento pero muy seguro. Ahora escribo con mucha más facilidad. En la primera novela que escribí y con la que me gané un premio, me demoré diez años en hacerla.
¿Se refiere a El triestino James-Joyce Francescoli?
Mira que soy pésimo para titular, ja ja. Todo editor me dice eso, pero así sale.
Usted explora diversos campos sociales, pero ¿cuál es la columna vertebral de su narrativa?
La estructura. Yo soy muy cuidadoso en la estructura de mis novelas y entrego novelas completamente redondas. Si no las termino en esa forma se puede demorar todo el tiempo conmigo hasta que esté lista. No me considero apurado al hacer una obra.
Usted aparece en el ámbito literario tras ganar la Segunda Bienal de Novela Ecuatoriana -convocada por Editorial El Conejo-, con su obra El triestino James-Joyce Francescoli. ¿Cómo llegó a este concurso?
Han pasado 20 años. Mi amigo Paco Tobar García conoció la novela porque supo que yo estaba escribiendo una, y leyó algunos capítulos y me dijo: ‘Mira, hay un concurso, ¿por qué no te lo ganas?’. Él me conectó con (la editorial) El Conejo. Yo estaba pensando más bien en enviarla afuera, pero se dio aquí. Este premio me dio mucho, y sobre todo amistades, amigos que conservo de toda la vida, poetas, principalmente.
¿Qué hubiese pasado con sus aspiraciones literarias si no lograba ese premio?
¡Ah!, hubiera seguido escribiendo igual. Cuando yo terminé la novela para mí estaba claro que sabía escribir, y hubiera seguido escribiendo lo mismo.
¿Qué apoyos, según considera usted, necesitan los escritores para publicar sus obras?
Que se les permita publicar nada más, sobre todo a los escritores jóvenes. Los jóvenes son excelentes, están (Miguel Antonio) Chávez, (Augusto) Rodríguez, ellos son excelentes. Por ahí hay muchos más, y se debe apoyarlos en su labor, apostar por ellos, pero sin cortar ese cordón umbilical con los ranqueados, como Carlos Eduardo Jaramillo, (Fernando) Cazón Vera. Hay un poeta disfrazado de narrador, de periodista, se llama Edwin Ulloa, es un poeta buenísimo.
Desde su experiencia, ¿qué es hacer literatura en Ecuador?
Es un festín, un goce. La literatura ecuatoriana permite vivir, soñar.
Apuntes
Guido Jalil Trejo nació en Borbón, provincia de Esmeraldas, en 1937.
Con su novela El triestino James-Joyce Francescoli, Jalil ganó en 1992 el primer premio de la II Bienal de Novela Ecuatoriana, y ha sido traducida al inglés e italiano.
Entre sus publicaciones constan además las obras Por siempre jamás, que presentó en Bogotá en 1995; y en el 2004, El imperio del infierno.