Llegó a esta localidad a orillas del territorio guerrillero con su cortejo. Incluía a un productor, un técnico de sonido, dos bailarinas escasamente vestidas y un sirviente acosado, que llevaba su sombrero de vaquero, sus botas de piel de víbora, su tequila y, por supuesto, sus artículos de ostentosa joyería: un grueso collar grabado con el nombre de Uriel Henao.

“Uriel Henao necesita viajar con ciertos estándares”, dijo el baladista de 41 años, refiriéndose a sí mismo en tercera persona, como es su costumbre. “La gente en estas partes lo espera”, explicó después de que un convoy de camionetas pickup y motocicletas tocando la bocina encabezadas por un camión de bomberos de la ciudad marcó su llegada para un concierto, registrada en agosto pasado.

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La bienvenida de estrella de rock para Henao, que encubre una panza de glotón bajo una chaqueta de cuero blanca, fue bastante común. Los colombianos le llaman el Rey de los Corridos Prohibidos, un género musical que describe las hazañas de los comandantes guerrilleros, caciques paramilitares, cultivadores de coca y capos de la cocaína.

Dada la descripción gráfica del comercio de drogas, algunas estaciones de radio establecidas en Colombia no tocan las canciones, en ocasiones con temor a represalias violentas que pudieran resultar en la glorificación de uno u otro bando en la guerra de cuatro décadas del país.

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“Preferimos pasar de tocar los corridos prohibidos”, dijo Hernando Galviz, director de programación de Caracol Radio. “Entrar en ese terreno sería comprometerse y posiblemente abrir nuestras operaciones al conflicto”, dijo.

Expertos dicen que los corridos prohibidos descienden de los narcocorridos de México, las canciones con música de acordeón que convierten en mito a los traficantes de drogas mexicanos. Aunque las baladas con tema de drogas en México han existido al menos desde los años 30, el género parece haber echado raíces en Colombia hace unas tres décadas cuando grupos mexicanos como Los Tigres del Norte se volvieron populares en este país.

El género maleable se ha extendido a varias otras naciones latinoamericanas, con algunos cambios en el proceso. Artistas como Óscar Ovidio de Guatemala incluso interpretan narcocorridos de temática cristiana que cuentan la historia de gente mala que encuentra la redención, anotó Juan Carlos Ramírez-Pimienta, un experto en narcocorridos de la Universidad Estatal de San Diego en California (EE.UU.).

Los corridos prohibidos de Colombia son menos inocentes. Unas 600 bandas en el país los tocan, con nombres como Jackal y New Texas Group. Sus temas se jactan de títulos como Pista de aterrizaje secreta, Cultivadores de coca de Putumayo y El Soplón, reflejando aspectos del comercio de drogas de Colombia.

El género se ha desarrollado para convertirse en una forma de historia oral de la larga guerra interna de Colombia que involucra a grupos guerrilleros, facciones paramilitares y fuerzas gubernamentales.

La Balada de los Castaño describe a hermanos que encabezaron escuadrones de la muerte paramilitares. Traición en la Selva relata cómo un desertor de la guerrilla mató a su comandante.

“Los corridos son más populares en zonas candentes porque las canciones cuentan historias de lo que pasa”, señaló Alirio Castillo, un importante productor de las baladas que acompañaba a Henao.

Los intérpretes disfrutan de un amplio grupo de seguidores en las áreas remotas donde persisten el comercio de cocaína y los ejércitos privados que obtienen fuerza con él. Uno de esos sitios es Guaviare, un departamento, o provincia, sureño, de extensas selvas interrumpidas por localidades ocasionales.

Los helicópteros Black Hawk del Ejército colombiano zumban constantemente en los aires por encima de El Retorno y la cercana capital provincial, San José del Guaviare, transportando a equipos de contrainsurgencia que tienen la tarea de cazar a los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Los recordatorios de los horrores de la guerra en Guaviare son evidentes. Nómadas indígenas Nukak-Maku, desplazados de sus tierras, vagan por los polvorientos caminos de San José, mendigando comida. Carteles describen recompensas por entregar a comandantes de las FARC como Géner García Molina, mejor conocido por su nombre de guerra de John 40.

En un giro que ilustra el atractivo de la música aquí, John 40, uno de los principales traficantes de cocaína de las FARC, también ha grabado sus propios corridos subversivos con títulos como Gringo Bandido y Maldito Gobierno. Un fragmento de una canción se refiere a Manuel Marulanda, el fallecido líder de las FARC apodado Tirofijo.

Otras canciones exaltan a los soldados de a pie y los peones en la larga guerra contra las drogas del país, como el Corrido del Cocalero de Henao, que describe cómo el pobre rural gana más dinero cultivando coca que trabajando como jornalero.

“El problema no es de nosotros, el problema viene de allá”, cantó Henao ante una multitud en un concierto que empezó después de medianoche, refiriéndose a la demanda de cocaína colombiana en EE.UU.

Personas entre el público cantaban sus baladas mientras el ron fluía libremente en vasos de plástico. Estallaron las peleas, volcando mesas y sillas. Los soldados patrullaban la escena, rechazando a los borrachos que se acercaban para ver de cerca a las bailarinas con minifalda de Henao.

Las actuaciones en vivo son lo cotidiano para los baladistas de Colombia, ya que los CD pirata de sus canciones han erosionado sus ingresos. En el caso de Henao, el gobierno municipal de El Retorno pagó su concierto, sus gastos y del equipo.

Durante el concierto, incluso algunos de los soldados entonaban en silencio las palabras de la canción contra el sistema de Henao, Son Ratas, en la cual critica a los políticos de Colombia como “una plaga” para una historia de corrupción que mantiene a millones en el país inmersos en la pobreza.

Henao finalmente terminó su actuación al amanecer. Los Black Hawk que despegaban para realizar sus misiones en las selvas de Guaviare ronroneaban a la distancia.

“Colombia necesita gente como yo que le cuente la verdad sobre lo que ocurre en este país... La verdad vende”.
Uriel Henao