Había una vez –hace unos 200 años para ser más precisos– dos hermanos, Wilhelm y Jacob Grimm, que vivían en el Reino de Hesse, ahora parte de Alemania. Les encantaban los cuentos de hadas y se dedicaron a coleccionarlos y publicarlos, para deleite de lectores de todo el mundo, jóvenes y viejos, por siempre jamás.