Hubo una época en que los adolescentes para demostrar su espíritu de transgresión decían, sueltos de lengua, que habían leído Los Trópicos, de Henry Miller, algo osado para la mayoría. La obra de este autor estuvo por décadas estigmatizada con el mote de literatura porno y prohibida en las bibliotecas. Corrió similar destino que la de otros otros autores, como el Marques de Sade, D.H. Lawrence o Anaís Nin, a quienes los enmarcaron en la llamada literatura erótica.