¡Pobre Cervantes excomulgado tres veces por un trivial asunto de impuestos! En un libro publicado en México, Sergio Fernández afirma que el autor de Don Quijote era “un pobre soldado manco, desconocido, enfermo, valiente, también gay”. Bueno... dicen que Sor Juana Inés de la Cruz era lesbiana. Les puedo asegurar que en caso de que aquello fuera cierto, más pesaría para mí su inmenso genio literario que su orientación sexual. En cuanto a la frase de marras, la pronunció Quijote al creer toparse con el alcázar de un pueblito cuando en realidad se trataba de una iglesia. Ni más ni menos.

El Vaticano está en la picota. Los múltiples escándalos de pedofilia han provocado un justo tsunami de indignación en el mundo. Jesús nunca hizo alusión a la homosexualidad pero en cambio declaró que más valdría echarle una rueda de molino al cuello de quien escandalizase a “uno de sus pequeños” y que se lo tirase al mar. Es cierto que los pederastas deberían terminar en la cárcel, sean casados, solteros, viudos o sacerdotes. Es probablemente cierto que muchos miembros del clero fueron protegidos o simplemente mudados a otra ciudad, otra parroquia. El escándalo actual es positivo porque vuelve necesaria la purificación que se está dando en el Vaticano. Cuando más arda el asunto, más agua bendita se necesitará para apagar el incendio. Benedicto XVI puede tener un papel memorable si logra enderezar el timón.

Sería absurdo sepultar bajo los errores de ciertos sacerdotes la personalidad de miles y miles que siguen con su labor de hormigas: misioneros en África, religiosas que atienden a leprosos, víctimas del VIH, Juan Julio Wicht rehén en la toma de la Embajada del Japón por el MRTA en 1997 el que prefirió quedarse con los demás, no acogerse a la libertad ofrecida por sus captores, Charles De Foucault, el “hermano universal” asesinado por forajidos en el desierto del Sahara, Francisco de Asís viviendo entre pobres y leprosos, los 2.171 curas que llevaron una labor de caridad increíble en los campos de concentración nazis, entre ellos el padre Kramer. Cuando alguien me habla del clero ecuatoriano, pienso de inmediato en Pepe Gómez Izquierdo, monseñores Leonidas Proaño, Alberto Luna Tobar, el padre Astudillo, el padre Tarruel, el padre Amores, Hugo Vásquez, monseñor Bauger, Carlos Suárez Veintimilla distinguido poeta y otros. No tengo apuro de escarbar hasta encontrar a uno que sea pedófilo. Nadie denuncia las redes cibernéticas, todo lo que sucede vía internet.

El Dr. Alfredo Pertini declara: “En mis 41 años dentro de un hospital pediátrico no encontré a ningún niño abusado por un sacerdote sino por el padrastro, el padre, el concubino, el amante, el tío”. Hay violaciones denunciadas cada día, abusos sexuales en escuelas y colegios, el caso bullado de pedofilia del 2004 en Galápagos, los chantajes a la hora de los exámenes, lo que sucede por internet. La buena sociedad suele tapar sus lacras con elegancia. La Iglesia debe dar un implacable cambio de rumbo pero mejor sería iluminarla que incendiarla. Lo positivo no recibe publicidad: me niego a convertirme en chambero de la pedofilia.