El Teatro Centro de Arte estaba lleno hasta la bandera, abarrotado de un público ilusionado por uno de los espectáculos más “pintorescos, entretenidos, divertidos e impresionantes” del mundo, según Sarah Frater, del   Evening Standard. 

Era el debut del Ballet de Moscú sobre hielo (conocido también como Bolshoi on Ice), en su segunda visita al Ecuador, con sus figuras principales: campeones olímpicos y mundiales de patinaje artístico, así como el cuerpo de patinadores, hombres y mujeres, todos del mismo nivel que deslumbraron a chicos y grandes dejando en claro que El lago de los  cisnes y La Cenicienta eran solamente una excusa elegante para patinar, girar y bailar con un vértigo imposible de resistir.

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Cuando Ana Pavlova, la figura cumbre del ballet mundial, bailó El lago de los cisnes en Guayaquil a comienzos del siglo XX, mientras las ratas cruzaban furtivamente el escenario, hasta los años cincuenta, en que los primeros cuerpos de baile del Bolshoi se presentaban en el Teatro 9 de Octubre,  Guayaquil tuvo el privilegio de espectar la danza rusa.  En las últimas décadas ni el folclore llegaba.

Elena Pingacheva y Pavel Lebedev que interpretaron al príncipe y Odette en El lago de los cisnes  combinaron acrobacia y fluidez para transmitir aquella idea de fidelidad en el amor tan esencialmente rusa y crucial para la trama del ballet. Sin embargo, el villano, el brujo que la secuestra, vestido de negro y patinando con dramático abandono se roba el protagonismo de esta primera mitad del show con la puesta en escena de El  lago de los cisnes.

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Así como, en 1893,  Pierina Legnani deslumbró al público con 32 fouettes en Tournant (vueltas sobre el eje con pierna levantada) sin moverse una pulgada hacia adelante, cosa que patinando sería imposible, así mismo hay movimientos en solo y agarrados como pareja que solamente se pueden lograr patinando sobre hielo.

Y así, en la segunda mitad el drama quedó atrás y a  Cenicienta la convirtieron en una corista que se transforma en una “prima ballerina”, todo esto en medio de un cuerpo de baile donde sobresale un hada madrina patinando sobre  patines-zancos de gran efecto visual y espectacular imaginación, un gran acierto dramático.

Lo mejor de la noche estuvo en el “Pas de Deux” del príncipe y La Cenicienta con My way como la música perfecta para el más romántico de los interludios plásticos a través de una noche absolutamente mágica. Antes de presentarse en Guayaquil, el ballet actuó en Quito y Cuenca.