El toro barroso, interpretado por la banda de pueblo de la comuna Santa Clara, retumbó en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), como uno de los homenajes a monseñor Luis Alberto Luna Tobar, la noche del jueves.

Unas dos mil personas se dieron cita en ese lugar para reconocer su vida y obra. Nació el 15 de diciembre de 1923, en Quito. En julio de 1946 fue ordenado sacerdote. Se ha desempeñado como docente universitario y miembro de número de la Academia de la Lengua. Ejerció como Arzobispo de Cuenca entre 1981 y 2000.

Marco Antonio Rodríguez, presidente de la CCE, abrió el evento reconociendo la calidad humana de Luna. En igual sentido se pronunciaron Elsie Monge, el ex asambleísta Fernando Vega, el padre Pedro Saiz y Hernán Rodas, quien contó que una feligresa, tras una misa, le dijo: “¡Monse (monseñor) trata a taita Diosito tan confianzudamente!”, por la cercanía que se percibe entre el religioso y Dios.

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Luna, en un video previamente grabado, recordó su niñez y juventud de estudiante en España y una carta de su padre recibida en las épocas de la guerra y posguerra. “Sé valiente, adáptate al hambre”, le respondió su padre cuando él le contó la dificultad para conseguir alimentos.

Pero el reconocimiento no era completo sin música nacional, por lo que participaron la Banda Sinfónica del gobierno de la provincia de Pichincha, el grupo Bocapelo y el cantautor Jaime Guevara.

Al final de la velada, Luna –quien usa un bastón de madera y es ayudado al caminar–, visiblemente emocionado, expresó: “No tengo posibilidad de develar lo que estoy sintiendo”, por lo que lo resumió en un “gracias”, que provocó el aplauso de los asistentes.

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La CCE le entregó la medalla Benjamín Carrión y una placa de la Comisión Ecuménica para los Derechos Humanos.

Luna también se ha destacado por su participación en la vida política ecuatoriana.

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El 21 de enero del 2000, después de que el entonces presidente Jamil Mahuad congeló los depósitos privados en los bancos del país, monseñor Luna, quien se desempeñaba como arzobispo de Cuenca, se convirtió en el adalid de una protesta ciudadana al liderar una manifestación de los indígenas que se habían movilizado a Quito para derrocar al gobernante, señala el historiador y biógrafo Rodolfo Pérez Pimentel en su diccionariobiograficoecuador.com