Comencemos con una verdad establecida por la comunidad científica: los biocombustibles no pueden ser una solución a largo plazo para el cambio climático. Si no se los maneja con cuidado, podrían incluso volverse  parte del problema, ya que la siembra de ciertos alimentos indispensables para la dieta humana podría ser desplazada por la del maíz o cualquier otro cultivo que sirva de base para los biocombustibles. Eso acabaría alterando el equilibrio ecológico de modo tan dañino como las emisiones de carbono. Afortunadamente, Ecuador dispone de caña de azúcar, el más eficiente de los cultivos para fabricar biogasolina.

Ahora maticemos la afirmación anterior: los biocombustibles sí pueden ser una solución intermedia o transitoria, hasta tanto se desarrollen y extiendan nuevas energías que puedan reemplazar a los hidrocarburos sin causar ningún daño, sean estas a base del hidrógeno, la luz solar o la desintegración del átomo. Todavía falta para eso, es cierto, pero gobernar es prever.