Apareció en La oscuridad. Solo se escuchaba su voz que decía: “Sentir que nuestros cuerpos se entallan uno a uno/ amando sin amar, mirándote al pasar...”, hasta que poco a poco la mexicana Ana Gabriel salió al escenario del Alberto Spencer para quedarse ahí por más de dos horas y entregarles a unas 40 mil personas 27 de sus más conocidas composiciones e interpretaciones, y además recordar a dos de sus compatriotas: Juan Gabriel y Lucha Villa; para ella, los mejores cantautores nacidos en su natal México.
Eran las 19:55 del jueves y ahí con la segunda canción, Mar y arena, se motivaron más sus fans, que llegaron invitados por la empresa Yanbal para celebrar tres décadas de Olimpiadas Especiales, entidad que el año pasado hizo madrina a la mexicana que hoy se presenta en Quito.
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Deben haber pasado quince minutos en los que además interpretó Ay amor, Evidencias y El destino, cuando hizo un alto para contar que está agradecida con Ecuador y felicitar a las mujeres que esa noche eran mayoría. “Esto demuestra que somos las que mandamos en la casa...”, bromeó; y siguió: “Es que ahí el hombre tiene la última palabra, pero para decir: ‘Sí, mi amor’”.
Y tras manifestar: “Honestamente, gracias por dejarme estar aquí, Guayaquil”, continuó su show con Soledad, Ni un roce, Y vengo no a pedir perdón, Y aquí estoy. Más tarde, acompañada ya con su mariachi Acapulco, rindió homenaje a su país con México lindo y querido; le siguieron temas históricos como Te diré, Cielito lindo, Mi talismán, Paz en este amor, Nadie sabe lo que tiene, Y a pesar de todo...
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Llegó el momento en que quiso escuchar los pedidos del emocionado público que había coreado la mayoría de sus canciones. Entre tanto grito no entendía qué querían, hasta que pudo oír la palabra Luna, uno de sus más grandes éxitos. La buscó en la inmensidad del cielo, pero no la encontró, entonces ¬claro, en broma¬ dijo que en ese momento no la cantaría.
Enseguida comenzó a leer mensajes que le habían llevado en cartelones.
“Dios te bendiga” decía uno y, agradecida, expresó: “Dios los bendiga a todos”; otro tenía plasmada la frase “Eres mi sueño hecho realidad”, y ella comentó: “Todos ustedes son mi sueño”.
Después recordó a los dos grandes de México que admira: la actriz y cantante Lucha Villa, quien aún no supera un daño cerebral sufrido en 1997 mientras le hacían una liposucción en una clínica de Monterrey; y a Juan Gabriel, quien ¬para ella¬ “debe ser el último gran compositor mexicano..., porque la música está cambiando y Dios da una sola vez”, dijo.
Y enseguida regaló al público uno de los éxitos que incluyó en su última producción discográfica, Renacer, con la que rinde homenaje a Lucha Villa.
Se trata de No discutamos, una canción corta de desamor que dice: “No me preguntes/ que cuándo comenzó este amor/ porque por Dios por Dios/ que no, que no, que no me acuerdo...”.
Le siguieron Ya es muy tarde, Sin problemas, Hasta que te conocí, y luego uno de los éxitos más esperados de la noche El cigarrillo, que fue coreado por casi todas las asistentes, “unas despechadas, otras enamoradas”.
Una situación similar se experimentó cuando entonó Demasiado tarde, Cosas del amor, que cantó a dúo con Dulce María, su corista, y Quién como tú. El público se tranquilizó un poco con Hoy la ciudad, pero revivió con Luna y Simplemente amigos, con este tema y un “gracias, Guayaquil” dijo adiós.
Pero, al grito de “otra, otra, otra...”, Ana Gabriel volvió. Volvió para recibir un obsequio de jóvenes de las Olimpiadas Especiales y ahí sí despedirse de todos con Hice bien quererte.