Barbra  Streisand, como cantante de ópera, ¿piensa incesantemente en respirar profundamente desde el diafragma, en usarlo como un apoyo natural para su voz? “Nunca”, responde. Todo lo referente al canto le sale con naturalidad. Agrega, con cierta timidez, que casi nunca hace ejercicios de vocalización.

“Soy malísima para calentar”, confiesa. “Simplemente es demasiado aburrido para mí”. Hace años, Tony Bennett le mandó una cinta con ejercicios de vocalización. “La escuché una vez”, comenta.

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Sí tiene a la mano una cinta con rutinas de solfeo que una entrenadora de voz hizo para ella.   “Pero solo hago los ejercicios en el coche cuando voy rumbo a una sesión de grabación. Es demasiado de último minuto para que sirva de algo”, manifiesta.

Cualquier poder de vocalización, refinamiento y riqueza que tenga no son producto del estudio tradicional y el análisis, señala. “No lo hice intelectualmente, lo hice intuitivamente, inconscientemente. Me agrada eso”.
 
Streisand, quien vive en Malibu, California, tiene un nuevo álbum: Love is the answer, que sacó Columbia el 29 de septiembre. La grabación es una colección de 12 canciones y un tema extra, todas reflexiones dulces, rítmicas, íntimas, sobre el amor, con estándares como Make someone happ y Smoke gets in your eyes, canciones más recientes del compositor y arreglista Johnny Mandel, unas de Leonard Bernstein y Jacques Brel, y otras que caen en el concepto de interpretaciones de club.

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El álbum, producido por la pianista, arreglista y compositora Diana Krall, presenta a Streisand cantando con un cuarteto de jazz, enriquecido con orquestaciones sutiles. La edición de lujo incluye un disco extra en el que a Streisand la acompaña solo un cuarteto suave de jazz.

El sonido de su voz, a los 67 años, es asombrosamente fresco. Allá en los días de My name is Barbra, de mediados de 1960, su canto ya era maduro y rico. Su voz sigue siendo, como lo expresa el pianista Glenn Gould, un autoconfeso fanático de Streisand, en una crítica de 1976 sobre el álbum Classical Barbra, una de “las maravillas naturales de la época, un instrumento de diversidad infinita y recursos de timbre”.

Streisand se  revela  como una artista vocal con una comprensión poderosa, aunque innata, del fraseo, el legato, el vibrato, los matices de la interpretación y, lo más importante, el arte de cantar como una expresión de las palabras. No obstante, enfatiza  que desde que tenía siete años quería ser actriz, no cantante, y que el canto fue una extensión de esa pasión, “el medio para un fin”, dice. Sin embargo, su voz excepcional surgió pronto y, desde su perspectiva, por su propia cuenta.

“Recuerdo cuando tenía cinco años y vivía en la calle Pulaski en Brooklyn, el vestíbulo de nuestro edificio tenía una barandilla de bronce y un gran sonido, un gran sistema de eco”, relata. “Solía cantar en el vestíbulo. Me conocían como la niña en la calle con la buena voz. Sin padre, buena voz. Esa era mi identidad”. (Su padre, Emanuel Streisand, un profesor de bachillerato, murió por complicaciones de un ataque epiléptico cuando ella tenía 15 meses).

Más que el placer de cantar, fue su capacidad para usar la voz para actuar, para expresarse y transmitir palabras, lo que la enganchó cuando era pequeña, explica. “La vida me era peculiar en ese entonces”, acota. “Era alérgica al campo. Me crié en las calles, en el ardiente y vaporoso Brooklyn, con aire sofocante”. Sin embargo, “había... no me gusta decir dolor, no quiero ser demasiado quéjica”, agrega. “Pero las palabras significaban algo para mí, las palabras me hablaban. Así que creo que eso influye, de alguna forma inconsciente, en cualquier cosa que hago”.

Su madre, Diana, una secretaria en una escuela pública, tenía una hermosa voz natural, “suave y operística”, cuenta Streisand. Sin embargo, ella pensaba que la voz dotada de su hija no era lo suficientemente fuerte. Así que hacía que bebiera yemas de huevo mezcladas con leche, lo que llamaba “un gorjeo poco habilidoso”.

Su primer entrenamiento de la voz se redujo a una lección con una profesora especializada. En ella, Streisand cantó A sleepin bee, la canción de Harold Arlen que interpretó en su primera presentación en televisión, en el programa ‘The Jack Paar’ show en 1961, justo antes de cumplir 19 años.

Durante la lección, Streisand llegó hasta la primera línea: “Cuando una abeja duerme en la palma de tu mano”. La profesora la detuvo. “Ella dijo: No, no, tienes que decir abeja-a-a”, cuenta prolongando la palabra y cantándola en un tono redondeado, casi operístico. “Pensé que no era natural y le dije:  No, tengo que cantar la palabra como una extensión de mi forma de hablar”.
 
Por su propia cuenta, durante una carrera de casi 50 años, Streisand comprendió prácticamente todo lo que hay que saber sobre el canto.
Durante sus primeros días de club, una vez perdió la voz y tuvo una breve crisis. Llamó a una entrenadora de voz que le explicó la fisiología del canto.

“Me mostró una gráfica para que pudiera darme cuenta de la mecánica de lo que sucede con el aire y el cuerpo”, recuerda Streisand. Sin embargo, la entrenadora le aseguró que estaba usando bien su voz. “Me di cuenta de qué tanto cantar es algo mecánico y qué tanto, fisiológico”, dijo. “La gente seguía preguntándome: ¿Cómo puedes sostener una nota durante tanto tiempo?
. Nunca pensé en ello. La sostenía porque quería hacerlo”.

Para ella, cantar siempre ha sido una cuestión de simple voluntad y determinación. Cuando se le preguntó si es cierto que esencialmente no sabe leer música, respondió al estilo deliberadamente inexpresivo de Fanny Brice: “No leo música. Ni siquiera esencialmente. Ni siquiera no esencialmente”. Al aprenderse las canciones, por lo general todo lo que tiene que hacer, dijo, es escuchar una vez la melodía y se le queda. Claro que está muy bien acompañada por gigantes de la vocalización que realmente no leían música: no solo Ethel Merman y Mary Martin sino Luciano Pavarotti.

Durante su carrera, Streisand ha estado en todo el mapa estilístico, y campos diferentes de admiradores han criticado lo que ven como fallas en el gusto por explorar el rock country o disco o lo que sea. No obstante, nadie puede discutir con el éxito. Es la artista que más vende en la historia de los discos estadounidenses. Y tiene grandes esperanzas en su nuevo álbum.