Sobre un cielo azul intenso, los manglares, con su variedad de tonalidades verdosas, se estiran  con sus raíces entretejidas como tela de araña, copadas de ostiones y mejillones incrustados. El silencio del lugar es solo interrumpido por la sinfonía de trinos y chillidos de  garzas, patos, pelícanos, fragatas y pájaros. “Escuche la música de los manglares”, expresa Jacqueline Zambrano, miembro del Club Ecológico del lugar. Y, entonces,  el ambiente se llena de melodías naturales.