‘Futurama’ está resignada a ser vista permanentemente como la hermanastra fea de ‘Los Simpson’, por carecer de popularidad y marketing que esta última posee.
Pero basta seguirla un par de capítulos para darnos cuenta de que este dibujo animado para adultos ha creado una maravillosa especie de universo paralelo, muy alejada de la pequeña Springfield de los muñequitos amarillos.
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Futurama posee un lenguaje propio, no me refiero únicamente a lo expresado en su guión, sino a aquel que podemos adivinar que existe en esa Nueva Nueva York, por los letreros y anuncios publicitarios. Parodia irreverente, sarcástica, sesuda y aguda de la sociedad actual, va mucho más allá de ‘Family Guy’ o ‘Los Simpson’.
Cada capítulo es una pequeña fábula del gran universo de esos raros seres humanos que hoy somos y que al parecer seguiremos autoimponiéndonos a ser.
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Las frases lapidarias y las salidas de tono de Fry o Zapp Branigan bien podrían ser las del patriarca de ‘Los Simpson’, pero más allá de esto, bien podrían servir de modelo para algunos aprendices de guionistas, a quienes parece darles pereza gastar un par de neuronas más para presentar un producto novedoso, creativo, inusual, sarcástico y que lleve inmersa una propuesta de humor fresco, inteligente y diferente al telespectador promedio, cansado de reírse de los horrores idiomáticos de algunos presentadores de televisión, sobre todo de aquellos que se especializan en mal hacer programas de farándula en nuestro país.