Cambiar las seguridades del contexto en que vivimos por paisajes diferentes, personas con costumbres, comidas, expresiones distintas se convierte en aprendizaje si cumplimos la condición principal de no comparar con el país del que venimos.
Mantener los ojos, los oídos, el corazón abiertos a otras maneras de ser y de hacer, aceptar el desarraigo y volverse un poco niños que descubren el mundo con asombro es un desafío para quienes ya hemos entrado en lo que llamamos tercera edad y contamos con “experiencia”.
Cuando estamos pocos días en un lugar nuevo, muchas veces hablamos luego de él como si lo conociéramos. Cuando nos quedamos un poco más, comenzamos a comprender que sabemos muy poco, cuando permanecemos más tiempo y conocemos más, nos damos cuenta de nuestra ignorancia, es más difícil emitir juicios de valor, la realidad tiene vida en sí misma, se convierte en educadora y nos damos cuenta de la profunda unidad de la que hacemos parte.
Estoy por pocos días en Uruguay, país en el que nací, del que partí hace más de 46 años en busca de mi destino, que alimentó mis raíces con los conocimientos primeros y fundamentales sobre los que se asienta nuestra vida.
Viajamos desde Montevideo a Salto, provincia al norte del país que linda con Argentina. Las ciudades de Salto en la ribera uruguaya y Concordia en la ribera argentina están unidas por la represa de Salto Grande construida por los habitantes de las dos ciudades hermanas, con las aguas del río Uruguay que las une y las separa. Los habitantes de uno y otro país se sienten orgullosos de esa obra binacional, construida en nueve años. He visto a los pobladores mirar con orgullo y ojos llenos de lágrimas la obra que construyeron. Fue impulsada por los respectivos gobiernos hace 30 años, pero ambas poblaciones fronterizas la sienten y la saben suya. Es su obra, la defienden, la cuidan, la muestran y la admiran. Rubem Alves sostiene que cuando el pueblo se sabe actor estamos frente a una verdadera obra de arte política y social, no cuando se ponen carteles otra obra de...
Los buses demoran poco más de cinco horas en llegar de Montevideo a Salto, el chofer y el acompañante, que coloca las maletas y acoge a los pasajeros y los ubica, ambos son profesionales del volante que pueden desempeñar cualquiera de las dos tareas, en caso de necesidad. A la mitad del camino el bus se detiene, intercambia la tripulación con el bus de la misma compañía que hace el recorrido inverso y sigue su ruta. Los que habían salido de Montevideo regresan a la capital y los que salieron de Salto regresan a su ciudad. Pregunto los motivos. Es para que la soledad no los empuje a tener más de un hogar y puedan permanecer cercanos a sus familias. Encuentro que se trata de una solución, interesante, obvia, que de tan sencilla a veces no se nos ocurre.
Son solo apuntes para compartir otras maneras de hacer que pueden iluminar las nuestras.