“Si llegué a algo se lo debo a mi familia”, repiten los futbolistas cuando alcanzan el estrellato. Sin embargo, la familia se ha transformado en un incordio en los clubes y asociaciones que desarrollan el fútbol infantil. Al menos en la Argentina, aunque seguramente sucede en otros lugares. La ansiedad de los padres por convertir a sus hijos en estrellas, el deseo de que el niño redima las frustraciones paternas y, muy especialmente, que se convierta en un salvavidas económico para todo su árbol genealógico, provoca serias distorsiones en la actividad.