A rey muerto, rey puesto. Cuando ‘Contacto Directo’ se quedó sin Vera, o al revés, yo, como muchos quizá, pensamos que Lenin Artieda ocuparía el puesto vacante, pero nos equivocamos. Alfredo Pinoargote fue la elección y fue buena.

Al principio se lo notaba un poco inseguro, casi nada agudo en sus comentarios; en fin, parecía un periodista principiante que jugaba a dejarse quitar el micrófono de las manos.

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Punto para los entrevistados, cero para el nuevo conductor de este ‘rankeado’ espacio televisivo. Claro que esto echaba por tierra sus años en el ejercicio periodístico, pero hay que reconocer que para conducir ‘Contacto Directo’ se necesitan, aparte de experiencia, agallas.

Mantener una entrevista dura de manera interesante, sin que el tema se vaya de las manos, o el entrevistado acapare el tiempo, no es cosa fácil. Pinoargote ha dado en el blanco y con él Ecuavisa.

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Ahora podemos gozar de un programa renovado, con estilo propio, sin dejar de lado los comentarios prudentes, críticos, sagaces y mordaces característicos de su nuevo presentador.

Bien por Pinoargote que demostró que no vino a seguir las huellas de nadie ni a parecerse a nadie. Brilla con luz propia y los que ganan son los televidentes. No porque Vera no haya dejado una huella o al principio no hayamos extrañado su presencia; sino porque la renovación ha significado una evolución sin necesidad de tocar lo mal llamado revolucionario.