Se agradece mucho que el Festival de Cannes haya decidido compensar la insólita pero justificada ausencia de  glamour y  lujos en la Croisette y la alfombra roja con una excelente selección de películas, firmadas por célebres directores provenientes de todos los rincones del mundo, y con contrastados estilos y personalidad.

Pese a que las grandes y ansiadas estrellas de Hollywood aún brillan, pero por su ausencia, solo se ven sus rostros en los enormes carteles publicitarios que empapelan la fachada del exclusivo Hotel Carlton, hasta ahora se ha podido disfrutar de un cine de buen nivel.

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Ayer, el plato fuerte fue la entretenida Taking Woodstock, del director taiwanés Ang Lee, muy aplaudida por la exigente crítica internacional. Otro título admirable fue Precious, del debutante Lee Daniels, exhibido en la sección Una Cierta Mirada e, incomprensiblemente, relegado de la sección principal.

Woodstock, el concierto más famoso de la historia del rock, llegó a la Sala Debussy contado a través de la mirada de un cándido joven, quien en 1969, desesperado por la grave situación económica de sus padres, tuvo la lucidez de poner a disposición de sus organizadores el ya deteriorado y decadente motel de la familia y el terreno aledaño, usado para la cría de vacas. Así, una recóndita ciudad de provincia norteamericana, White Lake, en el estado de Nueva York, pasa a ser el foco central del momento.

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El acontecimiento, tres días de “sex, drugs and rock and roll” y, obviamente, música, les cambió la vida para siempre a los millares de presentes. Con Taking Woodstock, Ang Lee, ganador del Oscar en el 2006 por Brokeback Mountain, demuestra una vez más su extraordinaria capacidad de usar los diversos lenguajes del séptimo arte.

Con humor y sencillez el filme, inspirado en el libro autobiográfico de un aspirante a pintor llamado Elio Tíber, se centra en este joven, que renuncia a sus sueños de bohemia, haciendo uso espontáneo del lente, efectos visuales y split screen, que divide el encuadre en varias imágenes.

Con gran habilidad, el cineasta deja al margen el concierto en sí para privilegiar el impacto que esto causó en sus protagonistas, comenzando por el propio inocente y tierno Elio, que, arrastrado por una pareja de hippies en pleno viaje psicodélico a base de LSD, logra finalmente liberarse de la insoportable autoridad de sus progenitores, o mejor dicho, de la madre castradora, interpretada por Imelda Staunton, y hasta se atreve a sacar a la luz cierta tendencia homosexual.

Más allá de la atmósfera liberatoria de la cultura hippie, la cinta se enriquece –al son de la música, el amor libre y el pacifismo– de variados elementos, como la América sufrida del Vietnam, incapaz de dejar atrás esa experiencia traumática y readaptarse a la vida normal; el desencuentro generacional entre padres e hijos, las ideas conservadoras de los viejos que se contraponen al espíritu liberal de los jóvenes; la lucha de los inmigrantes que allí desembarcaron hace mucho en busca del sueño americano.

Aquel memorable concierto, en el que tomaron parte Bob Dylan y Jimi Hendrix,  no se lo ve aquí. No es necesario. La historia toma cuerpo y alma alrededor de este, adelante y atrás del escenario iluminado.

La música, lejana y jamás protagonista, fluye acompañando las variopintas y entretenidas situaciones que se dan en la espera del evento: los desnudos en grupo, las sesiones de meditación, las fumadas colectivas, sexo entre las hierbas y las revolcadas en el fango.

“Después de haber hecho una serie de filmes trágicos tenía ganas de sumergirme en una comedia completamente carente de cinismo”, explicó Ang Lee, satisfecho por la buena acogida de la crítica. “Eso es Taking Woodstock, una historia de liberación, tolerancia, inocencia, convivencia, con paz y amor, algo que jamás debemos perder”, agregó el realizador, quien aclaró no haber estado en Woodstock, pero sí haberlo disfrutado por televisión.  

Dos estrellas de la música, pero en versión actores, Lanny Kravitz y Mariah Carey, acechados por los paparazi de Cannes, fueron los intérpretes del impactante Precious, que ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance. Él da vida a un enfermero que se toma a cargo a la protagonista, una adolescente obesa y negra que vive un calvario tras ser violada desde pequeña por su pervertido padre con la complicidad de una madre psicópata. Ella se desenvuelve como asistente social.

Llegó el genio
 Para lanzar un nuevo llamado al rescate del cine perdido u olvidado arribó a Cannes Martin Scorsese. El genial director, autor de clásicos como Taxi Driver y Toro salvaje, es presidente de la World Cinema Foundation, una institución que puso en marcha hace un par de años para individuar aquellos filmes que al  paso del tiempo y la negligencia necesitan ser restaurados para luego ser exhibidos. “Si el cine mudo hecho en un país como EE.UU. se ha perdido en el 90%, cómo será la situación en otros países...”, señaló. Él también será maestro de ceremonia en la sección Cannes Classics.
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