Ningún violinista o compositor en la historia ha dejado una impresión tan grande como lo hizo Niccoló Paganini (Génova 1782, Niza 1840), que provocó en el público que lo escuchó un entusiasmo que degeneró en histeria y embrujo. Llevó el violín hasta los límites de sus posibilidades, haciendo proezas técnicas deslumbrantes, lo que le mereció el apodo de Violinista del Diablo.
Se han escrito decenas de libros y realizado películas y documentales sobre su vida, pero pocos conocen la historia del instrumento que acompañó en sus aventuras a este endiablado violinista. Su violín fue construido por Giuseppe Guarnerius del Gesú en Cremona, Italia, en 1742, 40 años antes del nacimiento del violinista.
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Los historiadores todavía discuten las circunstancias en que el instrumento llegó a sus manos. Paganini fue propietario de cientos de instrumentos, entre los que se cuentan algunos Stradivarius, pero fue este violín hecho por Guarnerius el que lo cautivó. Fue el amor de su vida. Paganiní apodó a su violín il mio cannone violino (mi violín cañón), por la potencia y la robustez de su sonido.
En noviembre de 1833, cuando se encontraba en París, decidió llevar su instrumento para que el constructor de violines francés Jean Baptiste Vuillaume lo reparara. Durante este periodo, Paganini enfermó y pensó en dejar de tocarlo y venderlo. En una carta dirigida a su mánager Germi le comentó: “He tenido ya demasiado con los viajes y estoy cansado de ofrecer tantos conciertos. Estoy pensando en retirarme, mi instrumento debe costar alrededor de un millón de liras, ¿crees que alguien esté interesado en comprarlo?”.
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Se dice que Paganini estuvo al lado de Vuillaume todo el lapso que duró la reparación, al mismo tiempo que le pidió que hiciera una copia del instrumento, la que compró en 500 francos. Esta luego fue vendida por Paganini a su único alumno, el violinista Camilo Sivori.
En 1834 el violín Guarnerius cumplió 92 años y Paganini 52 y a pesar de su idea de retirarse siguió tocando recitales por toda Europa. Cuando la muerte alcanzó a Paganini en 1840, él había perdido completamente la voz debido a un cáncer en la garganta y su violín también dejó de sonar. Antes de su deceso, en 1837, Paganini decidió hacer su testamento y en una cláusula señaló: “Mi violín lo dejo a la ciudad de Génova para que sea conservado por siempre”. Su único hijo, Aquille, recibió a la muerte de Paganini una colección de violines, en la cual se encontraba el cannone. Renuente a entregar el instrumento a Génova, Aquille trató de evadir el compromiso, llegando hasta a ofrecer una estatua de mármol de su padre a la ciudad a cambio del violín. Luego de once años de insistencia de los personeros de la Municipalidad, el 4 de julio de 1851, en una ceremonia realizada en el Palacio Municipal de Génova, el violín fue entregado por Aquille, cumpliendo así la voluntad de su padre.
En agosto de 1992, siendo estudiante de la Escuela de Música de la Universidad de Miami, recibí una beca para realizar estudios en el Conservatorio Estatal de Música F.A. Bonporti de Trento,Italia.
Aprovechando un día libre, viajé con mi maestro y mi esposa a Génova para conocer el legendario violín. La suerte no me acompañó. El museo estaba cerrado. Han transcurrido 17 años de aquel viaje y aunque mi agenda de conciertos me ha llevado a viajar por 32 países y a tocar en Italia por más de seis ocasiones, Génova había estado siempre fuera de mi alcance.
Hace poco, durante la gira que realizó la Orquesta Sinfónica de Guayaquil por Europa, tuve la oportunidad de visitar el Museo Municipal de Génova y apreciar el instrumento.
Junto con varias personas que nos acompañaban en la gira, con mapa en mano tomamos el metro al centro. Me sorprendió que en el hotel nadie nos diera razón del Museo Paganini, que a las puertas del museo nadie nos supiera dirigir al instrumento, y que solo luego de caminar y preguntar a varias personas, subir escaleras, bajarlas nuevamente, preguntar a los guardias, y salir y entrar por diferentes puertas del Palacio, encontráramos la sala donde se lo mantiene. Siendo Paganini un personaje de leyenda, ¿cómo es posible que esto suceda?
La experiencia fue casi religiosa. El ambiente de la sala inspira respeto y veneración, como si Paganini estuviera presente. Contemplé el instrumento que se veía sereno, su voz callada, imaginando que las manos de Paganini un día lo hicieron vibrar y que su energía, talento y magia, pasaron por las cuerdas de ese violín causando sensación en Europa, y sin dejar de soñar que quizá algún día lo pueda tener en mis manos.
En una sala especial
El legendario violín Cannone está en una sala especialmente preparada para su conservación, equipada con controles climáticos y de humedad, con un sofisticado sistema de seguridad que monitorea hasta el peso del instrumento dentro de una urna de vidrio completamente blindada.
En la misma sala se encuentra una colección de artefactos que pertenecieron a Paganini: su estuche, el último juego de cuerdas que utilizó, su arco, varias pinturas, cartas y frente a su violín, en una urna similar a la del Cannone, la copia construida por Vuillaume y que fuera propiedad de Camilo Sivori.
Su familia, siguiendo el ejemplo de Paganini, lo donó a la ciudad para que sea exhibido junto al del maestro.
Desde que se exhibe en el Museo Municipal, solo un pequeño grupo de violinistas han tenido el privilegio de tocar el “endiablado violín”. Entre los más destacados están su alumno Camilo Sivori, el virtuoso Ruggiero Ricci, Salvatore Accardo, Borislaw Hubermann. En la actualidad tienen acceso al instrumento los ganadores del Concurso Paganini de Violín, entre los que se encuentran Gidón Kremer y más recientemente el virtuoso italiano Massimo Quarta, quien ha grabado toda la obra de Paganini utilizando el famoso instrumento.
LO QUE SE DIJO
Niccoló Paganini es el más grande intérprete de violín. Sus conciertos los ofrecía con el Guarnerius que se exhibe en Génova. Inspiró a intérpretes y compositores, sobre todo a Franz Liszt. Hasta Goethe se maravilló por su magia y dijo de él: “Paganini pone a su público en trance”.