En el Día de los Santos Inocentes, nada más necesario: si hoy nos burlarmos de la inocencia hay que conocer las razones por las que nadie puede desligarse de esta faceta vital en las condiciones de la raza humana. La inocencia hecha burlaLas incoherencias de algunas celebraciones locales tienen mucho que ver con una cultura globalizada donde adoptamos erróneamente tradiciones de otros países, como en el caso de Halloween y Santa Claus. En el caso de hoy, el Día de los Santos Inocentes se celebra con una perversión del sentido original de la conmemoración: la masacre de los niños por el fanatismo religioso. Esto podría haberse originado en España, en épocas del Rey Felipe II en la urbe de Écija, cuando los sacristanes y monaguillos de las iglesias del siglo XVI, hacían bromas entre ellos para burlarse de los niños que se dejaban matar indefensos. Siglos después esto motivaba pegar en las espaldas de cualquier ingenuo un monigote de papel para poder decirle en su cara “¡Pobre inocente!”.De esta manera se difunde en España y años después llega a América, donde inocente pasa a ser sinónimo de bobo y la inocencia se convierte en materia de burla.El cronista guayaquileño Carlos Saona reseña algunas de las tradiciones e inocentadas que se trasladaron acá.Desde que amanecía el 28 de diciembre había que andarse muy sobreaviso para no dar paso a la burla.La frase ¡pobre inocente! se vuelve característica por esta fecha luego de haberle tomado el pelo a alguien. “¡Marianita, abra la puerta, están tocando!” Era un regalo de Pascuas para la señora: una caja monumental de cartón, repleta de viruta con la estampa de una mujer que presentaba una mano abierta en abanico sobre la punta de la nariz. Debajo un letrero que decía: “¡Inocente!”. Es una de las bromas que cita Saona.Iván, de 29 años, no olvida un día de los inocentes en que sus amigos lo llamaron para decirle que uno de los de su grupo había tenido un accidente y se había quebrado una pierna. “Llegué a la clínica y estaban todos sentados afuera en un banco como que era un episodio de gravedad, entré a la habitación y mi amigo estaba muerto de la risa”. En otra ocasión, sus compañeros del colegio lo llamaron y le dijeron que había una reunión en un conocido restaurante de la ciudad y que habían encargado cebiche para todos. Él llegó, ordenó y se dispuso a comer mientras los esperaba. “Nunca llegaron, me llamaron solo para decirme: inocente, inocente”, cuenta ahora entre risas, aunque en aquella ocasión descargó algunos insultos contra sus amigos.Para el historiador Melvin Hoyos, es una costumbre que vino de España y se arraigó con fuerza en Ecuador y América Latina. Comenta que la costumbre no se ha perdido, aunque con el paso del tiempo ha ido mermando su intensidad. “En Guayaquil no ha sido una fecha que se festeje o celebre, lo que se han hecho es inocentadas por la prensa, también por la radio y televisión, que todavía se mantiene”.En la Sierra, a más de las bromas que se juegan entre familiares, vecinos o compañeros de trabajo, se realizan comparsas en las calles. En Quito, la víspera y el Día de los Inocentes se festeja con desfiles y bailes en algunos barrios; en Cuenca se llevan a cabo murgas con músicos, diablos y payasos que recorren la ciudad. Son grupos artísticos que se preparan en los barrios. En Latacunga, en el parque Vicente León, se suele celebrar la fecha con concursos de disfraces y dramatizaciones sobre personajes públicos de la ciudad. En América, por ejemplo, El Salvador realiza desfiles con disfraces en alusión a la fecha, y en otros países como Venezuela, Colombia, Perú, México o Chile, se hacen las conocidas inocentadas. En el 2003, el mandatario de Venezuela, Hugo Chávez, en su programa de televisión y radio ‘Aló, Presidente’ sorprendió a todos un 28 de diciembre con una inocentada: anunció su renuncia al poder. “Me voy. Decidí adelantar el 2021 (fecha en la que ha dicho que se alejará de la política)”, dijo, luego rió y aclaró que era una broma. Así que esté atento si hoy sorpresivamente aparece un alacrán en su hombro, el cierre de su pantalón se ha bajado en plena reunión o si le anuncian por teléfono que se ha ganado un carro o un pasaje a Japón.