| Fotos: Cortesía Terra MadrePatricia es la embajadora revistera en un evento mundial de enorme relevancia para la gastronomía y la producción de alimentos. Terra Madre, un auténtico viaje a las raíces del alimento, tuvo como sede la ciudad de Turín, del 23 al 27 de octubre del presente año. Acabo de llegar y tengo mil ideas en la cabeza que trataré de irlas plasmando. Siento que ha sido un honor y un inmenso privilegio haber asistido, viajando desde el 21 de octubre, apenas un día después de haber sido abuela por primera vez. Después de un largo viaje llegamos al aeropuerto de Malpensa, Milán, en donde nos recibieron delegados de Terra Madre para distribuirnos en nuestros albergues. Nuestros anfitriones nos brindaron una fantástica cena gourmet (de lo que luego escribiré y tengo las recetas) y nos retiramos para descansar porque nos esperaba al día siguiente una gran jornada, siempre desde las 08:20 hasta las 18:00. El primer día todas las delegaciones tenían representantes de comunidades dedicadas al cultivo de la comida, cocineros y académicos. Según el movimiento, “el futuro de la agricultura y la alimentación está en manos de muchas personas de distintas competencias, estrechamente vinculadas entre sí: agricultores, pescadores, recolectores de productos primarios, criadores, investigadores, conservadores de semillas, consumidores, cocineros”. Mi carné de delegada decía “Cook” cocinera, Ecuador. Estábamos en el Palacio Olímpico Giovedi y a las 14:30 sería la inauguración del evento. Fue increíble ver 7.142 participantes, constituidos por delegados, técnicos y representantes de asociaciones e instituciones locales. Estaban 1.652 comunidades del alimento. Junto a los delegados del sector agroalimentario, hubo cocineros, 299 profesores universitarios y representantes de institutos de investigación, estudiantes y hasta músicos. Razas y países tan diversos como Senegal, Kenia, Egipto, India, Alaska, Japón, China, Georgia (nueva república), Polonia, Hungría, Argentina, Chile, Perú, Guatemala, y muchos más. Los que más me impresionaron fueron los del África por su mirada honesta, su alegría y su comercio; a pesar de que no hablan el idioma, se hacían entender muy bien. Slow Food Solamente estar allí habría valido el viaje, pero lo mejor estaba por comenzar, porque estar sentada en ese coliseo y escuchar los discursos de los principales invitados fue emocionante y conmovedor. El movimiento Slow Food es una asociación internacional sin fines de lucro. Slow Food promueve la educación del gusto, defiende la biodiversidad y apoya las economías locales sostenibles y de pequeña escala. Las palabras que los inspiran son “bueno, limpio y justo”.Bueno: alimentos sabrosos, frescos, de temporada, capaces de estimular y satisfacer los sentidos.Limpio: producidos sin perjudicar los recursos de la tierra, los ecosistemas y el medio ambiente, y sin poner en peligro la salud de los hombres.Justo: que respetan los principios de justicia social. Permiten precios, remuneraciones y condiciones de trabajo dignos en todas las etapas del proceso: desde la producción al consumo. Entrenar nuestros sentidos para comprender y apreciar el placer de la comida nos abrirá los ojos al mundo. Slow Food fue fundada como asociación enogastronómica alrededor del vino y la alimentación por Carlo Petrini en la pequeña ciudad de Bra (Italia), en 1986. Su propósito inicial era defender una buena alimentación, los placeres de la mesa y un ritmo de vida “slow”. Más adelante, Slow Food amplió sus miras y se interesó por la calidad de vida en general y, lógicamente, por la supervivencia del amenazado planeta Tierra. “Benvenutti tutti!”La inauguración fue apoteósica con el desfile de todos los países representados por la bandera y uno de sus delegados. Los discursos estuvieron muy acertados. Sentí que nos unían los mismos sentimientos de amor y respeto por nuestra mesa y nuestros respectivas hogares. Luego de un caluroso benvenutti tutti (bienvenidos todos) escuchamos frases como: “La agricultura es modernidad pero con calidad y responsabilidad”, del Alcalde de Turín. “Cambiemos la inspiración en acción y sembremos jardines vegetales en todas nuestras casas” o “La integridad es un valor en la vida de cada uno de nosotros, el crecimiento orgánico trae vida, seamos adictos a la verdad y liberemos a nuestra madre Tierra de GMO (organismos genéticamente modificados), hagamos que esto suceda”, de Vandana Shiva, vicepresidenta de Slow Food, fundadora y presidenta del Movimiento Navdanya. Premiada con el Right Livelihood Award (una especie de Nobel alternativo para la paz), Shiva es la principal activista de los foros internacionales sobre la globalización y responsable de haber fundado asociaciones en India para el mejoramiento de la vida. El movimiento en EE.UU.Uno de los discursos que más impacto causó fue el de Sam Levin, un estudiante de 17 años que ha llevado a cabo un proyecto de proveer legumbres y frutas cultivadas orgánicamente y regadas con agua de lluvia en su escuela secundaria en Massachusetts, para consumir una dieta más sana. Él dijo que “los jóvenes pueden marcar una diferencia pero simplemente con su juventud y motivación para contagiar a otros con su entusiasmo”. El príncipe Carlos de Inglaterra, quien otras veces estuvo presente en los congresos de Terra Madre, esta vez envió un video en el que decía que Carlo es su héroe, refiriéndose al trabajo de Carlo Petrini.Y para cerrar la ceremonia de apertura, el mismo Carlo Petrini dijo que no tengamos miedo de hablar de lo que hacemos en cada una de nuestras actividades, pero más importante que eso es escuchar, “porque al escuchar aprendemos de la sabiduría de nuestros campesinos”. Carlo continuó: “El idioma no es una barrera, es un juego divertido y siempre los campesinos se entienden. La tierra pide a la humanidad recapacitar y espera que las personas reconozcan su ritmo para poder vivir en paz con nuestros hijos. Esa es la riqueza porque verdaderamente no nos vamos a llevar nada. Y a los jóvenes los invito a trabajar en intercambios de trabajo y cultura para vivir tres meses al año en diferentes lugares del mundo, participando de los baluartes para aprender en vivo las enseñanzas de los mayores, ya que la juventud se convierte en su memoria y son el verdadero futuro”. Luego de todas estas reflexiones, los siguientes días nos concentramos en conocer lo que el Congreso Terra Madre 2008 nos ofrecía: degustaciones en todos los baluartes (grupos patrocinados por Slow Food) donde probé quesos que nunca había saboreado ni sabía que existían, diversos jamones de regiones que no conozco, mermeladas, galletas, chocolates, entre ellos el de Kallary, único baluarte en Ecuador. Además de turrones, vinos, prosciutto, caramelos, café, infinidad de cosas nuevas. Hubo talleres sobre infinidad de productos en el Salón Internacional del Gusto, el Mercado de la Tierra y ‘cocinas callejeras’ ordenadísimas y limpias, por donde fluían ríos de gente. La responsabilidad que tengo es inmensa, me interesa promover Slow Food y más que nada crear recetas para los productos de mi propio país, conocido por su extraordinario cacao. Estuve gratamente sorprendida al conocer a personas en nuestra delegación que producen polen y miel para ensaladas, trabajan con quesos nuevos con tecnología italiana, ofrecen plantas medicinales y barras de energía naturales. Las posibilidades son ilimitadas. Me siento feliz y agradecida.