| Foto: Juan Zurita“La esperanza es lo último que se pierde”, dice el refrán popular. Algunas veces, tomar un teléfono y lanzar un S.O.S. existencial a quien está del otro lado de la línea es en sí mismo un acto de esperanza que puede ayudar a alguien que pasa por una fuerte crisis emocional a vislumbrar una luz al final del túnel. Bajo estos preceptos se creó en Sevilla (España), en 1971, el Teléfono de la Esperanza, que hoy funciona como una organización no gubernamental (ONG) de acción social en nueve países (aparte de España, donde operan 24 centros) y está en proceso de abrir sedes en cinco estados más. En Quito, el Teléfono de la Esperanza inauguró su sede en el 2007, bajo la misma filosofía: ofrecer, de manera gratuita, anónima y especializada, un servicio de ayuda por teléfono o presencial para apoyar a las personas que se encuentren en situación de crisis emocional. María Dolores Grijalva es la persona que está al frente de este centro en el que voluntariamente han decidido participar, y se han capacitado para ello, 18 orientadores y orientadoras telefónicos que atienden llamadas de todo el país de 09:00 a 13:30. Ella, como muchos de los otros voluntarios, hace malabares para responder por un lado a su trabajo remunerado y también a su labor social, que tiene grandes compensaciones como ayudar a la reintegración familiar de hogares que no conocen pero solicitaron su ayuda y hasta a salvar vidas, cuando la gente se comunica en estado de desesperación. “Cuando ayudamos a alguien a salir del pozo de sus problemas, encontramos un lugar donde enterrar los nuestros”, dice una de las leyendas que aparecen en la página web de la organización: www.telefonodelaesperanza.org. En julio de este año, el padre Jesús Madrid Soriano, hermano de Serafín Madrid, el fundador de esta organización, y su actual director, estuvo en Quito con motivo de un encuentro regional de promotores del Teléfono de la Esperanza. “Nuestra mística es la del buen samaritano, ayudamos a cualquier persona sin discriminación”, dice este padre capuchino que también es psicólogo y terapeuta. Explica que su centro piloto está en Murcia y que quienes más solicitan ayuda a través de este servicio en España son ecuatorianos migrantes, y hace una afirmación temeraria: “La familia está más rota aquí que en Europa. Esto se ha incrementado mucho por la migración”. Jesús, quien aclara en todo momento que el Teléfono de la Esperanza no es una organización religiosa, dice que la aguda crisis existencial que hay en la sociedad actual tiene su origen en una crisis de valores. “La vida carece de sentido porque el tipo de sociedad en la que vivimos crea individualismo e incomunicación”. Para él, la internet es una manifestación, pero la soledad de la familia no se debe a internet. Se debe más, opina él, a que tanto el hombre como la mujer trabajan. “La sociedad debería hacer ofertas de media jornada; crear unos hijos psicológicamente sanos es la mejor inversión de un país”. Incluso considera que el Estado debería compensar a las empresas que dan facilidades a sus empleadas-os cuando los hijos están pequeños. “El mejor indicador de la riqueza de un país es la salud emocional de sus habitantes”, concluye Jesús, quien en su primera visita al Ecuador en el 2002 realizó un taller en Guayaquil. Sin embargo, este no es un servicio asistencialista. “Partimos del principio de que la persona debe ayudarse a sí misma. A través de la orientación telefónica le hacemos consciente de que puede sentarse a llorar o hacerse dueño de sí mismo, sin emitir juicios”, explica María Dolores, quien antes trabajó con el Teléfono Amigo. Irene Burbano, vicepresidenta del Teléfono de la Esperanza en Quito, quien estaba a cargo de responder el teléfono el día de la entrevista, nos cuenta que esa mañana había recibido llamadas desde Loja y otra de Esmeraldas. Una de esas conversaciones fue la de un hombre que no se consideraba amado por su esposa  y por eso se refugiaba en el licor. Comenta que aunque creamos que la soledad es más un tema de los países denominados “desarrollados”, las llamadas que recibe a diario expresan otra realidad: mucha soledad, familias en crisis, abuelos que no saben cómo manejar a los nietos adolescentes que les dejaron ‘encargados’, maltrato a la mujer, infidelidad y desempleo. Llaman más mujeres que hombres, pero los casos de soledad se presentan sobre todo en personas mayores de 45 años. Con el fin de que los usuarios no se vuelvan ‘teléfono-dependientes’, la llamada tiene el mismo valor que una normal. Además, con el fin de incentivar el contacto personal se ha creado el programa Entre amigos, que convoca los sábados en la tarde a quienes quieran ir y compartir con otras personas.Actualmente también realizan el taller ‘Elaboración de duelo’ con los familiares de los jóvenes que murieron en el incendio de la discoteca Factory en Quito, y permanentemente se dictan cursos de capacitación para quienes estén interesados en integrarse a esta red de escucha.Los números de Teléfono de la Esperanza son: (02) 600-0477 y (02) 292-3327.