La pareja que espera a su primogénito no debe relegar a la mascota, porque esta podría resentirse y actuar de manera agresiva.
La llegada de un primer bebé al hogar cambia por completo la vida de los padres, haciéndoles olvidar a ratos el resto de su entorno. Esta situación podría causar problemas si hay mascotas de por medio, más aún si estas han ocupado por mucho tiempo el lugar de los hijos.
La convivencia podría tornarse estresante, indican cuatro especialistas consultados, si los dueños no involucran al animal en la llegada del nuevo miembro de la familia.
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“Tienden a sentir que sus amos los dejaron de querer y pueden adoptar actitudes depresivas, agresivas o de rechazo hacia el bebé”, afirma el veterinario Elías Ribadeneira.
“Este cambio es común cuando la mascota ha sido la engreída del hogar y llega de repente un extraño que le quita el cariño de sus amos”, añade la veterinaria Martha López.
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El perro hasta podría enfermar si no logra adaptarse al cambio. “Además de los celos, su organismo puede desequilibrarse y provocar cambios en las glándulas suprarrenales. También entran en juego los intestinos, el hígado, el páncreas, la hipófisis, la tiroides, los ovarios ( en las hembras), entre otras”, dice Ribadeneira.
Para evitar este cambio en la mascota, la pareja debe hacerle conocer a esta desde un inicio la habitación del bebé con los objetos que se adquieran para que el animal se familiarice.
Cuando nazca el bebé, los padres tienen que presentárselo a la mascota para que no lo vea como un rival, explica el veterinario Boris Ortiz.
“Hay que ser muy claros con los animalitos sin dejar de ser cariñosos. Se les dice que él es el nuevo integrante de la familia a quien va a cuidar y que merece el mismo respeto, por jerarquía. Mientras se le habla se tiene al bebé en brazos para que reconozca su olor y empiece a tener más roce con el niño”, recomienda Ortiz.
La familia debe salir a pasear o caminar un rato con el bebé y la mascota para que se sienta integrada y vea la llegada del nuevo miembro como algo normal. Los paseos deben ser de cinco a quince minutos, agrega el entrenador Darwinson Plaza.
Si el perro se muestra un poco agresivo, pese a la integración, se le hace oler por varios días la ropa del bebé, en especial la que está en el tendedero. “Si intenta dañarla hay que reprenderlo con una voz enérgica, para que no la destruya. Esto se lo realiza las veces que sea necesario, hasta que aprenda a respetar. Cuando lo haga bien se lo premia con galletas o huesos de pollo”, explica Plaza.
Para que el perro o gato no se estrese con los llantos del infante es preferible familiarizarlo, antes del nacimiento, con la bulla característica de los pequeños, mediante sonidos grabados o la reproducción de música infantil. También se lo lleva a pasear por lugares donde se encuentren niños, como jardines, parques o escuelas.
Si va a cambiar el sitio donde come y duerme el animal hay que hacerlo de a poco y con bastante paciencia. “No se lo saca de la noche a la mañana del interior de la casa al patio, porque se traumaría”, expresa Ortiz.
Antes del nacimiento, la pareja puede colocar un muñeco en la cuna o en el moisés del niño y hacer que su mascota la vea a diario por varios minutos hasta que se acostumbre. Jamás deje al bebé solo con un perro o gato, podría suceder algún incidente. Cuando los niños crezcan enséñeles a no lastimar ni agredir al animal para que no reaccione de manera agresiva, recomiendan los especialistas.