La producción del italiano Miguel Ángel está marcada por su apasionada búsqueda de la belleza, la cual también definió su vida y lo enfrentó al poder y a las contradicciones de su propio espíritu. Fue un hijo modelo de su tiempo y entre sus creaciones más extasiantes y complacientes a los ojos del hombre están los frescos elaborados en la bóveda de la Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano, Roma.

Uno de los trabajos pictóricos que forman parte de ese lugar religioso, La creación de Adán, circulará mañana, a modo de afiche, gratuitamente con Diario EL UNIVERSO, como parte de la colección  Grandes maestros del arte.

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Esta obra fue elaborada en 1510. Desde el punto de vista técnico, la imagen recrea dos planos de la realidad al comprometer al mismo espectador en su visión desde el suelo. El artista concibió la creación del primer hombre como un instante en el que la omnipotencia divina manifiesta su infinita grandeza, pues el ser humano es quien confiere sentido a la construcción del universo.

Contrapone dos aspectos en esta pintura. Por un lado está la esencia humana, la debilidad y la suavidad. Por el otro está lo divino, lo fuerte que es el brazo de Dios. Esta escena es simple en lo relacionado al fondo y el color, pero impresionante a la vez, porque esos elementos no son necesarios para recrear una escena de mucha belleza.

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El verdadero nombre de Miguel Ángel es Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni. Nació en Caprese, el 6 de marzo de 1475, y falleció en Roma, el 18 de febrero de 1564. Fue escultor, arquitecto y pintor, y está considerado uno de los más grandes artistas de la historia.

Para pintar la Capilla Sixtina, por encargo del papa Julio II, debió estar acostado sobre un andamio, por lo que a su culminación padecería trastornos. A lo largo de su vida, vivió con problemas en la espalda y la postura, también generados por una caída desde el mismo andamio.

Miguel Ángel, quien desea elevarse ante Dios a través de la belleza y desnuda los cuerpos, se cuestiona su arte o provoca la furia de los poderosos, precisamente la de los que lo patrocinan. El papa Julio II también le confió la construcción de su mausoleo, el cual dejó inacabado. Los desnudos del fresco El juicio universal, en la Capilla Sixtina, causaron gran escándalo.

Es el autor también de una gran obra escultórica,  David, que se exhibe en la Galería de la Academia, en Florencia. Durante sus últimos años, viejo y enfermo, continuó esculpiendo y manteniendo hasta el último hálito de vida su lucha con el movimiento y la materia. Su última obra es la Pietà Rondanini, que no pudo terminar.