Allan Kassirer hace frecuentes viajes de negocios a Boston y tiene una reunión tras otra en cada uno de ellos.

Su compañía está en proceso de construir un estudio cinematográfico en Weymouth, Massachusetts, cerca de allí, y “todas las reuniones son delicadas, cruciales y cuestan dinero”, dice Kassirer, socio fundador del International Studio Group, de Woodland Hills, California.

Así que en lugar de reservar salas de juntas y conferencias o recorrer la ciudad para hacer desayunos, comidas o cenas de negocios, programa todas sus reuniones en el hotel Taj Boston, en la suite de dos habitaciones donde también duerme.

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Eso es más barato que rentar un sitio para las juntas o tomar taxis. La tarifa para una suite con vista al Boston Public Garden es de 849 dólares en el Taj; una pequeña sala de juntas en el hotel cuesta 350 dólares por día.

El costo no es el único problema, dice. “Para mí, todo se resume a esto: mi negocio consiste en desarrollar relaciones, y éstas conducen a tratos”, explicó Kassirer. “Así que considero que vale la pena el dinero cuando las personas me dicen que el entorno elegante hace que se inclinen más a trabajar conmigo que si nos reuniéramos en una sala impersonal y encerrada”.

Algunos hoteles, entre ellos el Taj Boston, ofrecen una suite como opción superior para aquellos que reservan salas de reuniones o no cobran la renta de la sala si el huésped garantiza un mínimo de gasto en bebidas y alimentos.

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“Los hoteles quieren poner cabezas en las camas, y la mayoría de las juntas en suites generarán una cuenta de alimentos y bebidas, así que es una posible relación ganar-ganar”, indica Terri Hardin, directora editorial de MeetingNews, revista para planificadores de reuniones.

Rea Francis se hospeda en el Athenaeum Hotel en sus viajes de negocios a Londres. Les ofrece a sus clientes pan y queso cheddar, cebollitas en salmuera y salamis, todo comprado en Fortnum & Mason, en la misma calle donde se ubica el hotel.

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“Me encanta colocar la mezcla perfecta de gente en una habitación y dejar que socialicen”, explica Francis, directora de RFMedia, firma de relaciones públicas en Australia, con clientes internacionales en las ramas de turismo, cocina y artes. “Como anfitriona, me llevo el crédito y, a la larga, regresa a mí en la forma de nuevos negocios”.

Luego, cuando todos los huéspedes se han ido, “no tengo que ir a ningún lado”, dijo. “Ya estoy en mi hotel”.

Cuando Ronni Simon, diseñadora de joyas en Martha’s Vineyard, Massachusetts, organizó una exhibición de su trabajo, en Manhattan, reservó la suite en el penthouse del Hotel Alex en la Calle 45 Este. “Sabía que la ubicación le agregaría caché a mi trabajo y atraería a la gente apropiada”, dice Simon, propietaria de la Simon Gallery, en Vineyard Haven, junto con su esposo, el fotógrafo Peter Simon.

Al justificar el gasto de 2.500 dólares la noche, dijo que un representante de joyeros cobraría unos 2.000 dólares mensuales por espacio de exhibición y entre 15% y 20% de las ventas.

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En una noche en el Alex, vendió más de 2.000 dólares en joyas. Sin embargo, aclara que los contactos e impresiones que hizo “valen miles más”.