EE.UU.

Muchos trabajadores de ayuda y diplomáticos sufrieron un ataque de pánico cuando el fiscal en jefe del Tribunal Penal Internacional buscó una orden de detención esta semana para el presidente de Sudán, Omar Hassan al-Bashir, por cometer genocidio. Ellos temían que Bashir tomaría represalias mediante ataques dirigidos a pacificadores y trabajadores humanitarios.

Pero, en lugar de preocuparnos, deberíamos estar aplaudiendo. La persecución jurídica por genocidio es una medida histórica que también crea una oportunidad en Sudán, particularmente si China ahora puede ser inducida y avergonzada al punto de que suspenda la transferencia de armas empleadas para masacrar a civiles en Darfur.

Si China continúa –es el principal proveedor de armas que se usa en el genocidio–, entonces podría estar violando la Convención sobre Genocidio de 1948. El artículo 3 de esta convención declara que uno de los crímenes que se pueden castigar es la “complicidad en el genocidio”; este es el crimen que China pudiera estar cometiendo si continúa suministrando armas empleadas para un genocidio, incluso después de que el Tribunal Penal Internacional haya dado comienzo a procedimientos legales en contra del comprador de dichas armas.

Todo parece indicar que Beijing se muestra inmutable. De manera increíble, China y Rusia están actuando como los abogados de Bashir, exhortando discretamente al Consejo de Seguridad a que intervenga para demorar los procedimientos penales en su contra. Este tipo de retraso es desaconsejable, a menos que Bashir acceda a exiliarse.

De cualquier forma, a China sí le interesa su imagen. Si bien Beijing suministró armas al régimen genocida de Pol Pot en Camboya, se distanció del Jemer Rojo más tarde, conforme fueron en aumento las críticas en el ámbito internacional. De manera similar, China apoyó a Slobodan Milosevic hasta que fue acusado formalmente, pero, en ese momento, lo abandonó de inmediato.

Una de las pruebas de las actitudes de China estará en saber si Bashir es bienvenido o no en la ceremonia inaugural de la Olimpiada del mes entrante (si el presidente Bush no tiene cuidado, pudiera terminar sentado en la ceremonia entre Bashir y Robert Mugabe).

Si Beijing reacciona a Bashir de la misma forma que lo hizo con sus otros amigos criminales de guerra y suspende las transferencias de armas, entonces existiría una verdadera esperanza para Sudán. Si Bashir temiera perder sus armas y refacciones, él estaría dispuesto a hacer concesiones considerables que volverían más probable un acuerdo de paz; y a final de cuentas, un acuerdo de paz que se pueda hacer valer es la única forma en que Darfur podría recuperarse.

Con base en datos de Naciones Unidas, 88% de las importaciones de armas pequeñas en Sudán vienen de China; al tiempo que las ventas chinas de estas armas aumentaron 137 veces entre 2001 y 2006. China también ha vendido aeronaves militares a Sudán, y la BBC de Londres informó esta semana que dos aeronaves de combate A-5 Fantan, de fabricación china, fueron vistas en una pista de Darfur el mes pasado. La BBC también informó que China está entrenando a pilotos militares de nacionalidad sudanesa en el mismo Sudán.

De manera similar, el grupo Human Rights First (Primero Derechos Humanos), en un informe sobre ventas de armas chinas a Sudán, asienta que ingenieros chinos supervisan la producción de armas en el complejo industrial de Gaid, en las afueras de Jartum. Empresas militares de China también han establecido armerías en las inmediaciones de Jartum en Kalakla, Chojeri y Bageer.

En vez de emitir una dura crítica en reacción a la perspectiva de una orden de aprehensión, Bashir pudiera verse obligado a adoptar la táctica opuesta: quizá se vuelva más cooperativo.

Al principio Bashir empleó métodos brutales –milicias y una invasión mediante agentes de un país vecino– en su larga guerra en contra del sur de Sudán. Él no pagó un alto precio, así que adoptó la misma política de tierra quemada en las montañas Nuba. Cuando, una vez más, salió impune, de manera racional adoptó las mismas medidas para suprimir la insurgencia en Darfur.

Ahora, finalmente, tenemos una amenaza de castigo que tiene alarmado a Bashir y eso nos da un apoyo. Hasta ahora Bashir está respondiendo con un intento por ganarse el respaldo de la Unión Africana y la Liga Árabe, y eso pudiera impedirle matar y violar a demasiados trabajadores de ayuda humanitaria y pacificadores en los meses próximos. Incluso, eso pudiera inducirle a cooperar con Naciones Unidas en cuanto a permitir más efectivos de pacificación.

Para mala fortuna, el secretario general de la Liga Árabe, Amr Moussa, quien denuncia de manera apropiada los abusos cuando son sufridos por palestinos, ha optado por ponerse del lado de Bashir en vez de los cientos de miles de musulmanes asesinados en Darfur. Si Israel bombardeara alguna área desértica en Darfur, los dirigentes árabes pudieran reunir cierta indignación con respecto a la violencia allá.

Un pensamiento final: este enjuiciamiento por genocidio ofrece una indicación de progreso histórico.

A lo largo de la mayor parte de la historia, el genocidio era sencillamente lo que terminaba ocurriendo con los perdedores en un conflicto. En la Biblia, si la tomamos de manera literal, hay casos en los que Dios asiente ante el genocidio (“Ahora vayan y destruyan por completo a la nación amalecita: hombres, mujeres, niños, bebés”). Este tipo de limpieza étnica, sancionada por la divinidad, reflejó las normas de guerra durante buena parte de la historia, empezando finalmente a ceder en los últimos dos siglos.

Ahora, este enjuiciamiento de un jefe de Estado deja entrever que las normas humanas están cambiando verdaderamente; y este es uno de los prerrequisitos para ponerle fin al genocidio mismo.

© The New York Times
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