| hperez@ecua.net.ecLo que sucede con los personajes de grandes novelas es la inspiración de otros escritores. La Nora a la que nos referimos –¿acaso hay otra en la literatura?– es la protagonista de Casa de muñecas, el intenso drama que Henrik Ibsen escribió en 1879, y que llevó a Havelock Ellis a decir que era la “promesa de un nuevo orden social”. La pregunta a dónde fue Nora, luego de ese legendario portazo que ella da al abandonar su casa, es el punto del que parte Elfriede Jelinek (1946) en una de sus obras de teatro (Qué pasó con Nora después que dejó a su marido; o  Los pilares de la sociedad). La obra se estrenó en 1979 en Graz (Austria) y se presentó también en Buenos Aires en el 2003. Jelinek, quien ganó el Premio Nobel de Literatura en el 2004, es una prolífica escritora de novelas, obras de teatro y ensayos. Entre las primeras se destacan La pianista (1983, publicado por editorial Mondadori, 2005), llevada al cine en el 2000 con Isabelle Huppert; Deseo (1989) (ediciones Destino, 2006); Obsesión (El Aleph, 2005) y Bambilandia (ediciones Destino, 2006). Por sus temas sobre la sumisión y dominio, Jelinek ha sido considerada generalmente como una escritora feminista, a pesar de que realmente su obra sobre la subordinación de las mujeres lo que hace es introducirnos en el espectro más amplio del control, poder y manipulación que amenazan las relaciones sociales contemporáneas. Jelinek nació en Murzzuschlag, Austria, un pequeño puesto vacacional alpino, pero se crió en Viena. Su padre, un judío de origen checo, fue un experto en química industrial, lo que le evitó la persecución nazi. Su madre, una católica practicante, provenía de una acomodada familia vienés. Como niña, Elfriede sufrió lo que ella considera una educación extremadamente rígida en una escuela de un convento católico vienés.  A partir de 1960, y por insistencia de su madre, la joven Jelinek estudia piano y órgano en el afamado Conservatorio de Música de Viena. Luego de graduarse de secundaria estudió teatro e historia del arte por unos pocos meses en la universidad, lo que tuvo que abandonar por una crisis nerviosa. En 1967, Jelinek se dedicó de lleno a escribir. Ese año hizo su debut literario con una colección de poemas. Su contacto y experiencias con el movimiento estudiantil le imprimirán un carácter crítico social a su futura producción. Culta e intelectualmente sofisticada, sus historias resultan a veces  extremadamente crueles, escritas con un lenguaje descarnado. Haciendo gala de un sarcasmo demoledor, Jelinek expone muchos de los aspectos más incómodos de la sociedad moderna. Muchos referentes de la cultura europea como Mozart, Heine, Heidegger, Hannah Arednt y Albert Camus aparecen con inusual familiaridad y sin ninguna pedantería en las tramas de sus novelas y dramas. Jelinek ha sido el centro de apasionadas críticas, a favor y en contra. Así como ha sido acusada de pornográfica su obra, también ha sido catalogada como genial.“Tengo la impresión de haber leído siempre, desde que aprendí, y, desde entonces, cualquier otra actividad me resulta una pérdida de tiempo: es como si me metiera en algo demasiado áspero (sobre todo en lo que se refiere al contacto con las demás personas) y ello, probablemente, sea únicamente culpa mía. Que lea para no tener que vivir”, dijo en una entrevista para  ABC. “La lectura es para mí el vestido elegante de la vida: se me ajusta y va conmigo”. En  Dónde fue Nora, Jelinek imagina una virtual continuación de la obra del célebre noruego, interpolada con otra del mismo autor, Los pilares de la sociedad. Jelinek ubica la acción en la Europa de fines de la década de 1920. Tras abandonar a su marido, Nora Helmer inicia un periplo a través de la cual se convierte en obrera de una fábrica, amante de un funcionario que termina con prostituirla para lograr sus objetivos, hasta terminar añorando su vida de casada. La obra pone al descubierto el alto precio que debió pagar la mujer por su autonomía. Es también representativa de otro de los temas de Jelinek, la frustración. El recurso de imaginar la vida de algún personaje después de terminada la obra o drama en que vivió no es nuevo. Es más, en el caso de Nora se registraron varios intentos. Uno de ellos fue de un tal Walter Besant, quien en 1890 publicó en el English Illustrated una propuesta de continuación (Nora vuelve años más tarde para encontrar a su marido alcoholizado y a sus hijos descarriados); otro fue de Bernard Shaw, quien en forma anónima sugirió otra historia.La hija de Carlos Marx, Eleanor, propuso otro final titulado Una casa de muñecas restaurada, que fue publicado en el Times en 1891. La propuesta es casi una burla del original. (Nora aquí capitula: “Seré de nuevo tu ardilla...”).  Años más tarde, Eleanor Marx se suicidó por un fracaso amoroso. ¿Cuántas veces no nos hemos imaginado por el destino de aquellos personajes que terminaron con las últimas páginas de una novela o drama? ¿Qué habrá sido, por ejemplo, de Raskólnikov después de regresar de la Siberia con Sonia? (Recordemos el legendario final de Crimen y Castigo; “Pero aquí comienza una nueva historia, la historia de la gradual renovación de un hombre, la historia de su tránsito progresivo…, etcétera”). Y ¿qué vida habrán tenido Dick y Nicole, los personajes de Tierna es la noche, de Francis Scott Fitzgerald, luego de su separación? De seguro que Elfriede Jelinek ha de tener alguna idea al respecto.