El caballero de la noche es un filme oscuro, sin concesiones, de acción arrolladora, excelentes diálogos y magnífico en su realización. Pero, atención, no apto para todo público.
En su encarnación como Bruce Wayne y Batman, Christian Bale demuestra su madurez interpretativa, con un trabajo sutil y noble, pero también brutal y devastador cuando lo amerita.
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El desaparecido Heath Ledger da magistralmente vida a la versión pesadillesca, sádica e impredecible de su tradicional enemigo, El Guasón. El personaje se transforma en el maldito villano que encaja en el comienzo de nuestro siglo XXI. Desborda su anarquía y depravación, al punto de borrarle para siempre la sonrisa al mismísimo Jack Nicholson, antiguo pero inolvidable Guasón.
Los dos actores, Bale y Ledger, se apoderan de la trama en un duelo lúgubremente carismático y aprovechan al máximo al elenco secundario (Michael Caine, Morgan Freeman y Gary Oldman), para alcanzar un clímax emocional que, más allá de los deslumbrantes efectos visuales, deja al espectador satisfecho e impactado. Nada de hastíos ni respiro durante las intensas dos horas y media de metraje.
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Nolan es un director que ha ido perfeccionando su oficio. Su trabajo no se limita a crear una atmósfera adecuada o a delinear las escenas que seguramente grabarán en nuestra mente, sino que logra deslumbrar con su gran prodigio técnico.
Consigue también que cada personaje tenga sus propios matices y se gane el interés del espectador, haciendo que su destino altere sus emociones y lo deje estupefacto. El final parece anunciar una inminente secuela.