| cicaza@eluniverso.comPodría ser la película referencial de un nuevo cine globalizado para tiempos migratorios. Al otro lado se exhibe el martes, a las 19:10, en Supercines Ceibos. Lo proclama un director turco-alemán de 36 años: “Había tantos temas políticos que yo quería hacer”, dice Fatih Akin, “pero también quería contar una historia de madres e hijos, padres e hijas, de la esperanza como el único refugio de los seres humanos”. Hablada en alemán, turco e inglés, su más reciente película posiblemente se convierta en su obra maestra, porque toda la turbulenta agresividad que se palpaba a flor de piel en sus filmes anteriores –y por aquí vimos Contra la pared (2004) y Cruzando puentes (2005) en Eurocines pasados– ahora se mezcla con una dulzura especialísima al abordar relaciones sentimentales y familiares en mundos colapsados. Al otro lado (Auf der anderen Seite) es la segunda parte de una trilogía donde el director enfoca “el amor, la muerte y el demonio”. Y de la muerte nos advierte desde el inicio, porque el título de cada segmento de la película tiene que ver con lo que les sucede a algunos de sus protagonistas. Pero el cine de Akin no es de alertas ni sesudos mensajes morales. Lo que sus protagonistas nos transmiten son vivencias reales, inmediatas, definitivas. Sus vidas nunca parecen o pueden abandonar raíces ancestrales o sentimientos que lucían inertes, que explotan a veces trágicamente. Todo es parte de una búsqueda, donde Nejat, joven profesor de arte en Hamburgo (el admirable actor turco-alemán Baki Davrak), rastrea a la hija de la mujer que muere accidentalmente después de una disputa con su padre (Tuncel Kurtiz). Ella es Yeter (Nursel Köse), la prostituta que se esconde de los fundamentalistas musulmanes que comienzan a increparla en las calles de la ciudad. Nejat va a Estambul, ciudad que obsesiona al director, porque de sus calles milenarias pueden salir respuestas a vacíos migratorios de tantas culturas desaparecidas. Allí está Ayten (Nurgül Yesilkay), joven involucrada en una resistencia política que a su vez se traslada a Alemania, donde reside la madre que enviaba postales sin nunca decir la verdad de su profesión. La historia de Al otro lado continúa así, sin fronteras, porque en las calles de Hamburgo, Ayten se refugia donde Lotte (Patricia Ziolkowska). Entre estas dos mujeres hay la relación sentimental que está ausente en sus otros protagonistas. En ese apartamento está la madre de Lotte (la inolvidable Hanna Schygulla), una mujer que solo descubrirá su propia humanidad después de la tragedia que llega a su hogar. La disolución que acompaña a estos seres no será finalmente lo que los marca de por vida. Esas sociedades convulsionadas detrás de ellos –geografías que vemos superficialmente en las bellas imágenes de la película– están presentes en el cine de Akin de manera preponderante.Las odiseas migratorias son siempre desgarradoras, pero en Al otro lado descubrimos algo mucho más certero e imprescindible. Lo que redime a los seres humanos no son las titánicas luchas por la supervivencia o por la búsqueda de nuevos horizontes. Lo primero es el contacto entre dos seres, la conexión frontalmente sincera, vital, que forma la base para seguir adelante en cualquier latitud.