| Fotos: Carlos Granja“Vine de visita a Guayaquil por primera vez en el verano de 1971 para ver a mi novia, a quien había conocido en los Estados Unidos en 1968. En junio del año siguiente regresé tras obtener mi título en bellas artes de la universidad y me quedé definitivamente. Me casé en diciembre de 1972 y ¡me encanta el Ecuador!”, indica el estadounidense Paul Greenfield (1950), reconocido como uno de los mayores expertos en aves del país.El amor hizo que este artista haya decidido alejarse de la jungla de cemento y estrés que lo abrazaba en su natal Nueva York, para entregarse al amor de su esposa, Martha Kalil, con quien tiene un hijo (Ilán, casado, vive en París) y, posteriormente, dedicar su pasión profesional a la avifauna que aletea, trina y anida en los bosques y selvas tropicales del Ecuador. Ese segundo amor nació de a poquito. Porque como extranjero recién llegado comenzó dictando clases de inglés en el Centro Ecuatoriano Norteamericano y dedicándose a la pintura, mientras que en su tiempo libre estudiaba a las aves como un gusto espontáneo que siguió alzando vuelo. “En 1976, (el experto ornitólogo) Robert Ridgely pasó por Ecuador mientras estudiaba a la familia de los loros para su tesis doctoral y alguien le había mencionado que yo tenía ciertos conocimientos sobre el tema. En ese entonces, mi esposa, hijo y yo nos habíamos mudado a Quito. Él me buscó y salimos al campo a observar aves, y hablamos sobre la idea de hacer un libro. Ridgely ya era famoso por ser el autor de la obra Las aves de Panamá. Años más tarde, en 1980, el proyecto tomó forma y empezamos a trabajar, él como autor principal y yo como coautor e ilustrador”, indica sobre los inicios de una labor que les tomó veinte años, lo cual se explica al considerar que el libro The Birds of Ecuador (Las aves del Ecuador) contiene detalles y pinturas de 1.600 especies. Como metodología, primero revisaron la bibliografía existente sobre las aves registradas en el Ecuador, para lo cual visitaron varios museos del mundo, donde había material acerca del tema. Luego dedicaron cuatro años a viajes a todos los bosques del país con el apoyo del Museo Ecuatoriano de Ciencias Naturales (Quito), la Academia de Filadelfia de Ciencias Naturales y la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur. “Nos veían como verdaderos ‘bichos raros’, la gente no entendía qué hacíamos con las aves. Y cuando intentaba explicarlo me decían: ¿Y por qué? Las expediciones resultaban experiencias únicas y emocionantes. Pero lo más especial era sentir que cada vez más ecuatorianos se interesaban por este patrimonio nacional”, indica. Mientras el borrador comenzó a tomar forma, distribuyeron copias a las pocas personas que entonces también se dedicaban a estudiar aves; “ellos aportaron con mucha información adicional. Entonces, durante las expediciones, se colectaron ejemplares de especies, se tomaron muestras de ADN y grabamos los cantos de las aves que encontramos”, señala Greenfield, quien para pintar a las 1.600 especies (lo cual significa 3.200 dibujos, porque macho y hembra presentan diferencias) utilizó las aves capturadas para la correcta identificación de cada una. El Cornell University Press apoyó este trabajo que fue presentado en inglés en el 2001, mientras que la edición en español tardó cinco años más y fue traducida por su hijo Ilán. El aporte científico de esta obra ha sido histórico, porque Ridgely y Greenfield descubrieron un buen número de especies que nunca habían sido registradas en el país e, incluso, algunas nuevas para la ciencia, indica este experto que actualmente se dedica a pintar sus cuadros relacionados con la naturaleza, a guiar tours de avistamiento de aves, especialmente en Mindo (provincia de Pichincha), y trabaja como voluntario en ONG que protegen la avifauna y el ambiente, entre ellas las fundaciones Jocotoco y Mindo Cloudforest. Pero su mayor actividad permanece en los bosques de las cuatro regiones del país, adonde suele viajar para observar con sus largavistas y cámara aquellas pequeñas aves que con su alegre aleteo aún le agitan su corazón muy enamorado de esta tierra tan frágil, hermosa y biodiversa. “Y así me gustaría que permanezca para las próximas generaciones”.