Una dupla de éxito: Cameron Díaz  (Vanilla Sky)  y Ashton Kutcher  (The Butterfly Effect)  logran cierta química con una actuación poco memorable. Pero nuevamente el arbitrario don de la belleza  parece  ser casi la única justificación para poner juntos en pantalla a la exagerada rubia y el nuevo amor de Demi Moore.

Pero no todo tiene gusto a poco, ya que  las mejores escenas y las risas más sinceras de la película llegarán de la mano de Rob Corddry y Lake Bell, la pareja de laderos Hater y Tipper y su efervescente relación signada por una progresión de agresión, acidez.

Publicidad

La combinación funciona con la carcajada franca y abierta de un público, que  en la butaca,  cada vez necesita mayores dosis de ironía y sarcasmo para disfrutar de un filme. Tanto la música como la edición agregan un colorido particular a la  cinta, cada escena está bien cronometrada,  de forma pertinente y novedosa.

Los diálogos se convierten así,  en el elemento de fusión  de las escenas. La trama no tiene mucho sentido y el argumento puede ser de lo más ligero, simple,  encajonado y sin sorpresa alguna, pero mientras Hollywood trata de reinventar (como cada año) un género que arrasó en taquilla a lo largo de la década de los ochenta y parte de los noventa, pero cuya calidad ha menguado notablemente a base de repetir una y otra vez la misma fórmula; la cinta de Vaughan avanza con uno que otro buen gag, que mejora bastante de la mitad al término del filme.

Publicidad

En conclusión, la premisa se cumple, polos opuestos se atraen y seguramente el público joven colocará el nombre de Locura de amor en Las Vegas en la lista de sus favoritas, pero como dice el dicho ‘lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas’ y aquí ‘no hay nada nuevo bajo el sol’, nada que no se haya probado antes con éxito o sin él.