Desde que nació, la vida de Jacinta Reinoso Galarza ha estado vinculada a un puesto de revistas y periódicos. Primero como ayudante de su padre, Juan Reinoso Veloz, cuando tenía apenas 8 años, y más tarde con un rincón propio, en la esquina de Chimborazo y Colón. Allí esta mamá trabajadora se ubica cada día desde las 07:00 para vocear las noticias más importantes de los diarios y vender además uno que otro caramelo, chicle o cigarrillo a los transeúntes. Ese ha sido su sustento durante los 48 años que lleva trabajando. Y con ello, esta mujer de mediana estatura y manos gruesas  ha podido mantener y educar a sus tres hijos: Antonio (30), Juan Carlos (29) y Eva López Reinoso (18). Jacinta solo terminó la primaria, pero con esas operaciones básicas de sumar y restar se echó a trabajar sola para ganarse la vida. Luego conoció a Pedro López, también vendedor de periódicos, y se casó, cuando tenía 25 años. Al año siguiente se convirtió en madre y se alejó momentáneamente de su trabajo. Dice que la experiencia fue maravillosa y que aunque sabía que su sustento estaba en la calle, quería tiempo para dedicarse a la crianza de sus hijos. No solo que se entregó a ellos, también aprovechó para terminar el colegio (en dos años) y tomar un curso de enfermería, aunque solo ejerció dentro de casa cuando sus pequeños requerían de una inyección.Ahora esos pequeños son independientes y ella ha vuelto a esa esquina todo el día, para distraerse y seguirse ganando la vida.  El mayor está por graduarse de veterinario;  el segundo no retoma la universidad aún después de que se casó, y la tercera, que se graduó recién del colegio, quiere estudiar turismo. “Yo me crié en esto y he podido educar a todos. Mis hijos me ayudaron en algún momento, pero ellos ya están haciendo su vida”, cuenta orgullosa, mientras se da tiempo para vender un diario y un par de caramelos a uno de sus clientes frecuentes. Maneja el negocio casi mecánicamente y ni el ruido ensordecedor del tráfico del mediodía ni la conversación con La Revista logran distraerla de su labor. Dice que el trabajo en la calle ha sido duro. “Se sufre todo, sol, lluvia, polvo, días malos”, cuenta sin pena, con una sonrisa que deja a la vista su escasa dentadura. Cuando la regeneración llegó a ese lugar, también pasó apuros porque le tocaba rodar cada día unos metros más allá en la misma vereda.  Hoy su puesto se asienta sobre el porcelanato color ladrillo y dice que está tranquila porque están regulados. Sin embargo, extraña la compañía de su esposo, quien falleció hace tres años. Era su compañero de trabajo y su mano derecha. Hoy su hermana, Carmen Reinoso, comparte el puesto, el almuerzo y las tardes de labores. Es su relevo desde las 17:00 hasta las 20:00. Es que la jornada de doña Jacinta comienza temprano. A las 06:00, ella ya ha empezado a caminar por el centro, desde su vivienda, ubicada en Cacique Álvarez y Manabí, hasta las agencias de periódicos. Recoge las ediciones del día y se instala, a las 07:00, en su esquina de siempre.Un amigo comerciante le ayuda a guardar la estantería, así solo le toca cargar los periódicos para ubicarlos en su puesto.A sus 56 años y con media vida en la calle, esta guayaquileña no quiere retirarse. Piensa en su labor de madre y dice que aún tiene que laborar para mantener su casa y ayudar en el estudio a su hija, la única que vive con ella. Por eso mientras tenga fuerzas seguirá caminando hacia esa esquina para vocear la primera información del día. (K.V.)