La Cruz Roja y Defensa Civil no reportaron pérdidas humanas, pero sí materiales y de cultivos. Habitantes de zonas bajas, en donde el agua llegó hasta cerca de un metro, evacuaron sus viviendas. Los moradores culpan a las autoridades de no limpiar el canal.
El sonido de la sirena del Cuerpo de Bomberos alertó a las 04:00 de ayer a los pobladores de que el río Chone se había salido de su cauce. En ese momento la gente comenzó a colocar los objetos de valor en las partes altas de sus casas.
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La anegación se produjo tras un largo aguacero que se inició a las 17:00 del sábado y se prolongó hasta la madrugada.
Casi toda la ciudad y gran parte de la zona rural como San Andrés, Río Grande, Boca de Mosquito, San Antonio, El Mate y otros se inundaron, provocando pérdidas materiales. No se reportaron víctimas.
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En las calles céntricas el agua alcanzó hasta 50 centímetros (como 7 de Agosto, Bolívar, Mercedes, Vargas Torres, Atahualpa, Alejo Lascano, Rocafuerte, Salinas, 24 de Julio, Colón, Benito Santos), mientras que en otros barrios y ciudadelas subió casi un metro (Los Almendros, Tacheve, El Paraíso, La Yoyita, San Rafael, avenida Amazonas, Chequelandia), lo que obligó a los habitantes, especialmente de partes bajas, a ponerse a buen recaudo hospedándose en domicilios de parientes o vecinos para evitar consecuencias lamentables.
Juan Moreira, de la Cruz Roja, dijo que algunos moradores evacuaron sus viviendas, mientras que los cultivos de ciclo corto se perdieron.
Reportes de las parroquias Convento, Eloy Alfaro, Chibunga, Ricaurte mencionaron que las quebradas se inundaron.
Ante la obstrucción del canal de encauzamiento del río Chone la ciudadela Los Almendros se inundó.
El cerro conocido como la Loma de Champang, en el sector El Pueblito de Río Grande, sigue cediendo y el riachuelo que desde hace ocho días se formo alcanzó una mayor longitud pese a los trabajos de encauzamiento.
José Pazmiño, morador del lugar, demandó a los organismos de socorro mayores acciones para reducir el riesgo.
Varias personas, entre ellas, las hermanas Esperanza y Betty Moreira Espinoza abandonaron sus casas para ponerse a buen recaudo, mientras la mayoría de pobladores se negaba a hacerlo.