El que a un cónyuge le importe o no que su pareja se haya engordado depende básicamente de las expectativas que tenga con ella y del tipo de relación que mantengan.
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Para el psiquiatra y psicólogo Eduardo Tigua Castro, hay personas que prefieren ver en su compañero o compañera los rasgos espirituales, su capacidad para hacer compañía, su comprensión o manera de ver la vida, mientras que otras se inclinan por el orden material como el apellido, la fortuna, la potencial herencia y el aspecto físico.
Obviamente al segundo grupo, dice Tigua, le será de mayor impacto si su pareja pierde la línea y se desfasa físicamente. Otro punto importante que se debe tomar en cuenta es el cultural. Durante la etapa de conquista los individuos emplean las mejores armas para pescar a su presa: bajan de peso, se visten de manera atractiva y con pulcritud. Pero, cuando logran su objetivo algunos después de un tiempo se descuidan y, si no es por una causa médica, se dejan disparar el peso.
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Ese descuido es un error porque si uno de los involucrados fijó su expectativa en la parte física y esta se esfuma, lo más probable es que le llame la atención otra persona.
Ese criterio concuerda con el caso de Lucía, una profesional de 45 años. Cuando en su juventud se enamoró de su esposo Antonio lo primero que le atrajo fue su atractivo físico y después su personalidad. Pero con el paso de los años él empezó a subir de peso.
Lucía sutilmente le decía: “Mi amor, baja de peso, haz ejercicios, cuida tu salud”. Al principio lo intentaba, pero Antonio abandonaba la lucha. De tanta insistencia acudió un día al médico y este le diagnosticó un problema hormonal, pues hasta un sorbo de agua le hacía subir de peso. De 135 libras pasó a 260 y con tendencia a subir.
Si bien Lucía amaba intensamente a Antonio ella confiesa que le empezaron a atraer otros hombres con una mejor figura, le parecían más atractivos, más varoniles, más interesantes. Sin embargo, nunca se atrevió a serle infiel porque en su vida matrimonial predominó la bondad de su esposo, el buen sexo y, sobre todo, la alegría y la amistad que ambos se tenían. “Pienso que los esposos no deben descuidar su salud y físico porque son las armas que utilizaron para la conquista, pues ambos deben mantener la llama del amor”, afirma Lucía, quien prefiere mantener su apellido en el anonimato, al igual que los siguientes casos.
Atracción por las gorditas
En cambio a José Luis, de 37 años, siempre le han atraído las mujeres llenitas y bastante gorditas. De hecho con las que se involucraba, cuando era soltero, tenían esas características. “Por eso preferí casarme con una que tenga bastante de donde agarrar”, dice.
“Mi esposa mide 1,58 m y pesa 170 libras desde que la conocí, mientras que yo 120. La diferencia entre ambos es bastante notoria y no me siento mal, aunque mis amigos me molestan. Pero en una ocasión subió a 190 y ahí sí le llamé la atención. Le pedí que baje de peso, no porque me molestara su gordura, sino porque había gente que la criticaba al ver los rollos en la barriga”, dice.
A raíz de ese momento, cuenta José Luis, su esposa empezó a sentir celos y a desconfiar de él; creía que tenía otra mujer, pero no era verdad.
Según Tigua, la falta de tino y utilizar frases salpicadas de hilaridad o sarcasmo para sugerir un cambio en la pareja causa muchas veces ruptura de afinidad, es decir, surgen las groserías, se daña la comunicación y terminan muchas veces en separación.
“Por eso hay que aprender a pedir o sugerir con sutileza para no herir los sentimientos. Con mucho amor se le debe hacer notar a la pareja que está descuidando su aspecto personal y que le gustaría que aprenda a ser más cuidadosa por su propio bien”, agrega Tigua.
Gordito interesante
“Cada vez que recuesto mi cabeza en la pancita de mi esposo me siento tan atraída”, dice Laura, de 43 años. A ella le agrada mucho su esposo Juan de 230 libras, porque cada vez que lo abraza la hace sentir segura y protegida, además, le sirve de almohada. Sin embargo, si se hubiese quedado de 140, peso que tenía cuando lo conocí, igual me hubiese seguido gustando. Lo único que me preocupa ahora es que le pueda dar un infarto; y en cuanto al sexo, el hecho de estar con unas libras de más no nos ha afectado, porque cuando hay amor un orgasmo se tiene hasta con el roce de la piel”, afirma.
Según la psicóloga Romy Albuja Arteaga, hay personas que tienen la cualidad de darle el justo valor a las cosas. En el caso de Laura ella realmente tiene amor hacia la estructura general interna de su esposo, por eso la variante física que él tuvo le resultó realmente de poca influencia para su interés, amor y atractivo sexual inclusive. La explicación muy sabia que está dando al decir que “si hay amor hasta solo con un roce la relación sexual sería satisfactoria” está demostrando su preparación y fortaleza afectiva para cuando ambos ya no tengan una estructura física agradable ni un aspecto llamativo que es el final del camino de toda pareja: la vejez.
Albuja agrega que el peso es de gran importancia por las complicaciones de salud que este trae. Por eso hay que recordar que lo físico y material es irrelevante en la relación de pareja y en la duración de esta unión. Lo prioritario y lo que mantiene un enlace hasta el final es lo afectivo, lo emocional, los valores, es decir, lo que no se ve, no se toca y no envejece.