Ecuador fue el segundo país de América en comprenderlo. Paolo Marangoni, el primero en explicarlo detalladamente y Larissa, su hija, la primera en tomar la batuta en la organización que él fundó.
“Cuando me vaya de esta oficina solo me llevaré lo único mío: las fotos de mis nietos y nada más. El resto es de la comunidad, de los pacientes que vienen cada día. Esta institución nació, creció y seguirá siendo sin fines de lucro. Aquí nadie es dueño de nada”.
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Una corta conversación con Paolo Marangoni, director y fundador de Aprofe, se inicia con estas palabras. Antes de que se creara, hablar de planificación familiar era referirse a un plato de comida desconocido. A nadie sorprendía que a la mención de paternidad responsable, alguien aparentemente culto preguntara “¿y eso dónde venden?”, creyendo que se trataba del último tomo de una enciclopedia.
Fundada en 1965, el Dr. Marangoni evoca fechas, amigos y la lucha de la entidad que creó junto con quince compañeros. Hoy comparte la dirección con Larissa, su hija, una reconocida artista dedicada también a enseñar a planificar la familia, donde los hijos nacen de padres responsables y no de espermatozoides improvisados.
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La directora
La recepción del tercer piso es pequeña. Érica, la gentil asistente de gerencia, anda a full de un lado para otro, más tiempo parada que sentada. Botellas pequeñas de agua por todas partes. Larissa Marangoni nos recibe. Sentada tras un ordenado escritorio, delega, firma documentos no sin antes revisarlos minuciosamente. A primera vista es muy seria, mas luego entra en confianza y se ríe a veces de sus propias respuestas.
Creció escuchando hablar de temas sexuales con la mayor naturalidad, de métodos anticonceptivos, del respeto a la planificación. Artista de oficio y profesión, se describe como una mujer de espíritu humanista, por ello hace un año decidió asumir la dirección ejecutiva de Aprofe con su padre.
Su diálogo es pausado, mesurado, prudente, igual que sus gestos. Estudió Bellas Artes en Syracuse University de Nueva York y en Bennington College. Sus obras han sido expuestas nacional e internacionalmente y ha obtenido prestigiosos galardones. Fue directora de arte para producciones televisivas, asesora de imagen, catedrática universitaria. ¿Qué hace alguien con su perfil al frente de una institución de salud? “Quizás hace algunos años no me hubiera imaginado trabajando aquí, pero hoy esto es lo mío, sin alejarme tampoco del arte. Prefiero no encasillarme en un prototipo de persona. Soy artista y también directora de Aprofe. Disfruto de ambas actividades. Las dos me complementan”, expresa.
Muestra las fotos de su hija Sophia, de 12 años. Se jacta de los trofeos que ha ganado en campeonatos de natación. Es la niña de sus ojos, grande de cuerpo “con carita de chica”. Comenta de los proyectos comunitarios en la isla Santay, en la penitenciaría de mujeres, a través de brigadas que ofrecen orientación y salud a cientos de personas que no pueden acudir a Aprofe.
Hiperactiva, curiosa y observadora, a Larissa no le agrada que la encasillen ni la “asemejen con el común denominador”. Tampoco que la etiqueten como alguien conservadora o liberal, de trajes elegantes o sport, rockera, alternativa, jazzista o romántica. Ella tiene un poco de todo. Prefiere ajustarse a cualquier situación donde pueda ser ella misma. Una estudiosa creativa que investiga y analiza hasta encontrar las respuestas requeridas. “Todo lo que inicio lo termino. Siempre me he visto como una generadora de ideas, ejecutora de acciones. En Aprofe estoy asumiendo un reto con el que me familiaricé desde pequeña, gracias a mi padre”.
Italiano turista en Italia
Pasó quince años de su vida explicando el significado de planificación familiar en un país que no era el suyo, con una sociedad conservadora y en ciertos casos paradigmática. Le tocó caminar bastante, ser insistente, convencer a muchos de la importancia de la salud reproductiva.
Confiesa que algo cambió en él cuando pisó Ecuador. Este país lo conquistó desde el primer día, sin ninguna razón en especial . Tenía 31 años y vino a visitar a su padre, quien estaba delicado de salud. “Me sorprendió mucho no extrañar mi país. Me sentí tan a gusto aquí que ya no pensé en regresar. Luego me enamoré de Rosita, mi esposa, y supe que me quedaría de por vida”, relata Paolo Marangoni, médico de 83 años, quien nació en Trieste, ciudad situada en el extremo este del norte de Italia.
A orillas de mar Adriático, cerca de Croacia, Marangoni se crió en una localidad de clima soleado con firmes lazos de cultura italiana, pese a haber estado bajo el poder de Austria un largo tiempo. Poblada por italianos, eslovenos, croatas, albaneses, alemanes, griegos, Trieste se convirtió en su segunda patria después de Ecuador. “Creo que si usted y yo viajamos a Italia, ambos seremos turistas en ese país. Italia es realmente hermosa pero algo me ató definitivamente a esta tierra”.
Demografía
En 1960, el Club Rotario lo invitó a una conferencia acerca del crecimiento demográfico y fue en ese instante que se dio cuenta de la actitud irresponsable de algunos padres al traer al mundo a niños sin las posibilidades para cuidarlos y mantenerlos. “El exceso poblacional ya no era un problema pasajero sino una cultura de responsabilidad permanente. Me propuse esforzarme por enseñar a la gente cómo planificar sus familias, para darles lo mejor”.
El Dr. Marangoni pensó que era su obligación llegar a las masas. Convertir a Ecuador en el segundo país en ocuparse de la planificación familiar, después de México. La idea de crear una institución nació y con ello la dedicación de quince voluntarios más. Sería una entidad sin fines de lucro, dirigida a todos los sectores. Tomó forma y nombre. La Asociación Pro Bienestar de la Familia Ecuatoriana (Aprofe) empezó legalmente el 31 de agosto de 1965.
Las primeras sedes se encontraban en la calle Chile y en la maternidad Enrique Sotomayor de Guayaquil. Abrieron otra en la clínica Mosquera, de Quito, y en el hospital San Vicente de Paúl, de Cuenca. Sus fundadores consideraron que el 50% de la humanidad, conformado por mujeres, representaba un valioso aporte al desarrollo de nuestra sociedad. Comenzaron a trabajar activamente en programas para el mejoramiento integral de la mujer. No decayeron ante las barreras de grupos conservadores, férreos opositores del control poblacional.
El dinero para financiar la reciente institución venía del exterior. “Era poco pero nos arreglábamos para cubrir lo necesario. Hasta que en 1966 en Cuenca presentamos nuestras ideas y recibimos el apoyo de la clase médica ecuatoriana. La legitimidad de difundir los pilares de la salud reproductiva en Ecuador”. (A.G.)