“Fue el 9 de abril del 2005 cuando me la entregaron en un parque de Ambato. Creo que la niña no era para mí, porque ya tenía los padres elegidos desde el vientre”, cuenta Lucía, a quien una compañera de trabajo le contó que estaban “regalando” a una niña, y quien más tarde la reunió con los padres biológicos de la menor. La decisión, dice Lucía, la tomó sin comentarlo con su esposo.

- Pero dígame si en verdad la quiere, si no se va a arrepentir después, le preguntó el padre de la niña a Lucía para asegurarse que con ella no pasaría lo mismo que con los primeros padres elegidos, quienes nunca se presentaron para recibir a la menor.

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- (Después de unos segundos de silencio) ...Sí, es seguro, respondió Lucía con una mezcla entre emoción y temor.

Lucía siempre ha querido ser madre, pero pese a los tratamientos que ha hecho no ha podido. En el 2000 inició los trámites en la Fundación para la Adopción de Nuestros Niños, pero la demora y lo engorroso de los trámites, dice, la hicieron desilusionar y desistir.

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“Trabajaba en Yaguachi más de quince años y sabía que viviendo en Guayaquil tendría más posibilidades de cuidar un hijo, así que en el 2003 pedí el cambio, quién diría que dos años después ya tendría a mi niña”, comenta. Daniela es una de las más engreídas por sus nuevos parientes. El esposo de Lucía, quien ya tiene otros hijos con un anterior compromiso, también está feliz. “Mi hermana me dice que averigüe si la madre de la Daniela está nuevamente embarazada para yo poder tener la parejita en mi hogar”, anota.